Sudáfrica puede presumir de haber aumentado su población de rinocerontes desde unos pocos centenares a mediados del pasado siglo hasta los actuales 20.000, que constituyen el 80% del total mundial, y por haber devuelto el gran mamífero a parajes donde había sido dado por extinto. Sin embargo, todo este éxito --que ha supuesto también una importante fuente de ingresos turísticos-- está en la cuerda floja por el renacer de la caza furtiva de los últimos cuatro años.

Según cifras presentadas ayer por la asociación conservacionista Traffic y el Gobierno de Pretoria, el 2013 fue el primer año desde 1990, cuando empezaron los recuentos oficiales, en que se superó el millar de ejemplares abatidos por furtivos. Fueron exactamente 1.004, fundamentalmente rinocerontes blancos (Ceratotherium simum), un aumento espectacular con respecto a las temporadas precedentes: 668 en el 2012, 448 en el 2011, 333 en el 2010 y 122 en el 2009. Es más: en ningún año entre 1990 y el 2008 se había superado el centenar.

Como recordó ayer Traffic en un comunicado, la inmensa mayoría de los rinocerontes son cazados para arrancarles los cuernos de queratina y exportarlos a Asia, donde son muy apreciados para la elaboración de brebajes con supuestas propiedades afrodisiacas o vigorizantes. Los destinos principales son Vietnam, China y Tailandia, países en los que el kilo de cuerno en polvo puede alcanzar en el mercado negro los 50.000 euros, más que el oro o la cocaína.

Regulación del comercio

Los conservacionistas consideran que los permisos para exportar cuernos han contribuido con fuerza al renacer del furtivismo. Alegando unas poblaciones en ascenso, Sudáfrica ha permitido durante los últimos años la caza deportiva de unos pocos ejemplares seleccionados y la posterior exportación de sus cuernos, una situación que dificulta la identificación de los productos ilegales. Las cinco especies de rinoceronte --dos africanas y tres asiáticas-- se encuentran amenazadas y protegidas por el convenio Cites. De la más escasa, el rinoceronte de Java, no quedan ni 50 individuos.

La mayoría de los ejemplares murieron en el parque Kruger, fronterizo con Mozambique, y ello a pesar del gran aumento de la vigilancia, incluyendo el uso exclusivo de un drone. De hecho, el número de detenidos por supuesto furtivismo aumentó hasta 343. Traffic considera que buena parte de los furtivos atraviesan la frontera desde el norte, donde la vigilancia es menor. El Kruger, el mayor parque sudafricano, y el territorio aledaño de Mozambique constituyen el inmenso parque transfronterizo del Gran Limpopo. De seguir así, la cifra de muertes superará en breve a la de nacimientos. "Estamos a punto", ha declarado su director, Tom Millikien. Y este año ha empezado de la peor de las maneras, con 36 animales abatidos en dos semanas.