El pasado 4 julio, en su patriota y militarista discurso en la fiesta de la Independencia de Estados Unidos, Donald Trump usó la misión del 'Apollo 11' que hace 50 años esta semana llevó por primera vez al ser humano a la Luna como ejemplo de la ingenuidad, el espíritu y el potencial del país. “Nada es imposible para los estadounidenses”, dijo aquel día el mandatario en un discurso en el que también prometió “volver a la Luna muy pronto y, algún día pronto, plantar la bandera estadounidense en Marte”.

Esa carrera por retornar al satélite terrestre es, no obstante, más que un objetivo inspiracional de patriotismo para Trump, que tiene en cuenta consideraciones como la carrera espacial con otras potencias (especialmente China) y factores de estrategia, tecnología, inteligencia y Defensa. Y las metas políticas del presidente, que reconstituyó el Consejo Nacional Espacial y ha ordenado crear una nueva rama dedicada al espacio en las Fuerzas Armadas, han quedado en evidencia con la presión que desde hace meses la Administración ejerce sobre la NASA.

Ya en marzo el vicepresidente, Mike Pence, marcó un nuevo calendario para el retorno a la Luna que adelantaba cinco años la fecha que bajaraba la NASA, fijándolo ahora en 2024, que no casualmente sería el último año de un potencial segundo mandato de Trump. Y muchos analistas han visto la mano de una Administración frustrada con la falta de avances en la destitución abrupta la semana pasada de William Gersteinmaier, un veterano con 42 años de trabajo en la NASA, como responsable del programa de exploración humana. Aunque el Administrador de la agencia espacial, el cargo político Jim Bridenstine, ha asegurado que se ha tratado de su decisión personal, muchos han recordado palabras que dijo en marzo Pence: “La NASA debe transformarse en una organización más ágil, desengrasada y responsable. Si no es capaz de poner astronautas estadounidenses en la luna en cinco años necesitamos cambiar la organización, no la misión”.

La mayor frustración de la Casa Blanca, según una información reciente de 'The Washington Post', proviene de los retrasos en el SLS (siglas en inglés de Sistema de Lanzamiento Espacial), un cohete cuyo presupuesto se ha disparado y que, pese a llevar más de una década en desarrollo, aún no ha realizado ningún vuelo. No es el único problema del proyecto 'Artemis', como se ha bautizado la operación para regresar a la luna. Según le dijo en junio Bridenstine a CNN la NASA necesitará en los próximos cinco años entre 20.000 y 30.000 millones de dólares y buena parte del hardware, además de SLS, no existe, está retrasado o se ha ido de presupuesto.