La tolerancia con el consumo de marihuana abrió las puertas a un negocio dorado que en el 2015 llegó a alcanzar los 5.000 millones de euros. Entre 1975 y 1990 el número de tiendas en las que se permitía la venta pasó de una a 1.500, haciendo florecer el volumen empresarial de los agricultores del cáñamo. El cultivo al por menor se transformó en una industria oculta.

La eclosión de esta jugosa empresa verde no tardó en ser objeto del interés de las mafias. Así, según un reciente informe de la policía nacional, la mayor parte del cultivo cannábico en los Países Bajos está conectada a organizaciones criminales y hasta el 15% de los granjeros del país han sido amenazados o intimidados por grupos que pretenden utilizar sus terrenos para el cultivo y el almacenamiento de esta sustancia psicotrópica.

Más allá de su imagen como Valhalla verde, el país de los tulipanes y Van Gogh ha vivido una puerta trasera de represión. Se restringió la edad de consumo, se redujo el número de locales y la cantidad de maría almacenada en los coffeeshops. El incumplimiento de esa limitación, de un máximo de 500 gramos, llevó en el 2008 al cierre de Checkpoint, el mayor local cannábico del país.

En el año 2010 grandes ciudades como Ámsterdam o Róterdam optaron por prohibirlos cerca de escuelas o parques públicos. En el 2013 el gobierno legisló que en las localidades fronterizas solo los holandeses podrían entrar en estos locales, algo que algunas ciudades cambiaron al ver un aumento del tráfico y delincuencia en las calles pero que persiste en otras. El abril pasado, La Haya se convirtió en la primera población que prohíbe el consumo de maría en el centro y las principales áreas comerciales de la localidad.