Ha llegado el verano, este año especialmente inusual, pero hay cosas que no han cambiado, como las ganas de ir a la playa y a la piscina, la ropa fresquita y los planes con amigos (aunque con distancias de seguridad). Pero esto no es así para todo el mundo. En esta época del año que tanto gusta sobre todo a los más jóvenes de casa, en muchas familias se da una situación que vamos a tratar de reflejar en este artículo a través de la historia de Carmen.

Carmen es una adolescente de 13 años cuya madre preocupada nos enviaba un mensaje hace poco. A pesar de que el calor en su ciudad es agobiante, Carmen se niega a abandonar el pantalón largo y las camisetas de tirantes siguen sin haber visto la luz del sol. Cuando sus amigas hacen planes de playa o piscina, se inventa alguna excusa para no tener que ir. Cualquier excusa es buena si la libra de tener que enseñar su cuerpo delante de sus iguales.

Aun siendo tan joven, Carmen lleva tiempo saltando de régimen en régimen intentando quitarse esos kilitos de encima que, según ella, le sobran. Se pesa todas las mañanas y del resultado de la báscula depende su humor del día. Y sus padres ya no saben qué hacer para que se olvide de toda esta presión estética y pueda disfrutar con sus amigas del verano, de su cuerpo, de su juventud.

Los referentes e ideales de belleza

La presión estética que la publicidad y la moda ejercen sobre las mujeres no es nada nuevo. Cada momento histórico ha tenido un ideal de belleza que marcaba los estándares a alcanzar para las mujeres, pero en la actualidad esta presión se ha visto intensificada por el poder de las redes sociales y las tecnologías.

Como apunta la psicóloga Úrsula Perona, “la imagen que muestran las redes es poco realista, idealizada, y nuestras niñas y niños crecen viendo esas imágenes desde bien pequeños, por lo que conforman una expectativa de cómo debería ser su cuerpo que poco tiene que ver con la realidad”.

Además, “las campañas de publicidad actuales nos muestran mujeres extremadamente delgadas, con mala cara, incluso, y con unas posturas que lejos de ser bonitas muestran a mujeres tiradas por el suelo, con atrezzos nada naturales y sin apenas voz”, añade Alba Alonso, creadora de Realkiddys.

Intentar alcanzar estos ideales de belleza prácticamente imposibles crea una frustración que repercute directamente en la autoestima de nuestras niñas y adolescentes, sobre todo en aquellas que no encajan en los estándares considerados como bellos por la sociedad del momento.

“Nuestras chicas aspiran entonces bien a este tipo de belleza insana o bien a otro tipo de mujeres tipo Kardashian cuyo único mérito es un cuerpo (muchas veces operado hacia el exceso) imposible de alcanzar. Este tipo de referentes muestran una imagen en la que solo cuenta el exterior y donde los valores o los talentos parecen no tener cabida alguna. Esto lleva a las chicas a dejar de leer, de tener otros intereses como la música o el deporte, y de preocuparse básicamente solo por su pelo, sus uñas o sus cejas…”, explica Alba Alonso.

Además, añade que “cuando ellas perciben que no encajan en ninguno de estos dos modelos se sienten excluidas, se avergüenzan de su propia belleza que auto identifican, además, como simple o negativa (aun cuando esta sea una belleza maravillosa por su frescura, juventud y autenticidad) y eso hace que quieran esconderse y no salir a disfrutar del mundo”.

La autoestima de nuestras niñas y los estereotipos de género

Como explicó la educadora social, Marina Marroquí, en uno de los eventos de Gestionando hijos, la autoestima de las mujeres desde que nacen se construye en base a factores externos, es decir, se hace hincapié en los patrones de belleza (guapa, dulce, delgada…), mientras que la de los hombres se construye mucho más en función de factores internos (campeón, líder, fuerte…).

Como hemos apuntado en las líneas anteriores, estos estereotipos de género son amplificados por el altavoz que suponen las redes sociales, ejerciendo una fuerte presión estética especialmente dirigida a las mujeres. “Sin duda la presión que sienten las mujeres por el aspecto físico y la imagen corporal es mucho más fuerte que la de los hombres”, apunta Úrsula Perona, pero aclara que “en vez de evolucionar hacia lo positivo, que sería que todos pudiéramos aceptar nuestro aspecto sin tantas exigencias ni estereotipos, avanzamos hacia lo contrario, y cada vez implica más al hombre”.

“Desde pequeñas les pedimos que vayan más monas, más limpias, que sean más ordenadas, que cumplan en todo más que ellos. Todavía prevalece esa idea de que los niños son niños y por eso no se ve tan mal que él vaya descamisado, pero sí si es ella la que lleva el vestido con una mancha. Esto hace que desde muy temprano ellas vayan entrando en un mundo donde lo único -o lo que más- se valora es lo físico, mientras que ellos pueden centrarse en muchas otras cosas como la tecnología (de ahí que muy pocas chicas acaben en profesiones STEM) o el deporte”, explica Alba Alonso.

El ejemplo que les damos

El ejemplo es fundamental en todos los aspectos de la educación de nuestros hijos e hijas. Respecto al tema que nos atañe en este artículo, os lanzamos una pregunta a todas las madres que estéis leyendo esto ahora mismo: ¿os sentís identificadas con la historia de Carmen que os contábamos al principio?

Esto no solo es cosa de niñas y adolescentes. Es más, las mujeres adultas no solo nos preocupamos por nuestro peso, las estrías o la ropa que llevamos, también por las arrugas, las manchas en la piel, la firmeza de nuestros brazos o las piernas, y así un largo etcétera. Si nuestras hijas no solo nos observan, sino que nos aprenden, ¿qué creéis que aprenden cuando nos ven desquiciadas ante el espejo buscando el conjunto que nos tape lo suficiente nuestras “imperfecciones” o cuando nos escuchan continuamente hablar sobre los kilos que nos sobran?

Alba Alonso señala que “tanto en la infancia como en la adolescencia nuestras hijas e hijos están continuamente aprendiendo de nosotros. Si tú siempre estás a dieta para adelgazar, aprenderán que estar delgada es un valor fundamental en las mujeres. Si nunca sales sin maquillar y dejas de ir a la playa porque no has podido depilarte, asumirán que el físico es crucial para poder disfrutar de la vida”. Pero ojo, esto no significa “que dejes de depilarte, maquillarte o taparte las canas. Eso es una decisión tuya únicamente (aunque tenemos que asumir que es una decisión altamente influenciada por la sociedad en la cual vivimos), pero nunca deberíamos dejar de hacer cosas porque no estamos perfectas para ello”.

La psicóloga Úrsula Perona hace hincapié en que: “Siempre digo que para educar bien, tienes que estar bien. Y eso afecta a todos los planos. Una persona con baja autoestima se comportará en base a eso, y el hijo verá esas conductas, las cuales interiorizará como ejemplo. Además, nuestra relación de pareja, o con ellos, también se verá afectada por esa baja autoestima. ¡Son tantos los problemas que acarrea una baja autoestima! Es la base de la inteligencia emocional. Imaginaos si es importante. Por eso es fundamental, como padres, que vayamos trabajando nuestras carencias, por nosotros mismos, pero también para romper con esa herencia generacional que de otro modo dejaremos a nuestros hijos”.

Qué debemos hacer como madres y padres si nuestra hija tiene una baja autoestima

Si, como Carmen, nuestra hija tiene problemas de autoestima o nos preocupa que los tenga en un futuro, son varias las herramientas que deberíamos empezar a poner en marcha en casa para prevenir esta situación.

Por una parte, Úrsula Perona nos aconseja “educar en el uso de las redes sociales. Compartir con nuestros hijos ratitos viendo sus redes, comentando las fotos que aparecen y dándoles esa “psicoeducación” que tanto necesitan. Explicarles que las fotos que los influencers cuelgan no son al azar, que son fotos muy cuidadas, retocadas, con filtros, y que seguramente poco tienen que ver con la realidad. Hacer hincapié en buscar otros referentes más reales, sin maquillaje, sin filtros… seguro que hay otras personas a las que también pueden seguir que no pongan tanto el énfasis en el aspecto físico”.

Alba Alonso también pone el foco en los referentes de nuestras hijas: “Para mi es fundamental un diálogo sobre lo físico, la belleza, los estereotipos desde bien temprano… Un diálogo que no puede comenzar a los 13 o a los 15, sino a los 6 años. Mi hija ve algunas películas o series donde parece que el único objetivo de la chica es estar guapa para poder casarse y ser feliz, y es entonces cuando mi hija aprende de esos clichés. Recuerdo un día en el que le tuve que explicar que el objetivo de una mujer no era que su chico se pusiese de rodillas para pedirle compromiso y se casasen. Le tuve que contar que una mujer puede casarse o no, puede llegar a tener pareja o no, puede tener hijos o no… Y aunque estos detalles hagan feliz a algunas mujeres, jamás deben de ser sus únicos objetivos en la vida”.

En resumen, hablemos con nuestros hijos. Y el mejor momento para empezar a hacerlo es ahora mismo”, sentencia la creadora de Realkiddys.

Por otro lado, y como comentábamos antes, “es importante también cuidar los comentarios que hacemos delante de ellos: uy, cómo ha engordado la prima, o a ver si me pongo a dieta que he cogido unos kilitos, porque los niños y adolescentes son esponjas. Esponjas sin una capacidad crítica aun desarrollada, por lo que tienden a asimilar lo que decimos sin filtro”, asegura Úrsula Perona.

Es fundamental “enseñarles a conocer y amar su cuerpo tal cual es. Incondicionalmente. Reflexionar con ellos en torno a que siempre somos más exigentes en cuanto al aspecto físico con nosotros mismos que con los demás, y transmitiéndoles el mensaje de que el aspecto físico es solo una parte de nosotros”, apunta la psicóloga Úrsula Perona.

Por último, no olvidemos que estas claves son importantes para prevenir y ayudar a nuestras hijas a construir una autoestima sana y fuerte, pero si creéis que vuestras hijas tienen un problema con la concepción que tienen de su cuerpo y de sí mismas, no dudéis en buscar ayuda externa de profesionales que puedan ayudarla. “Si una adolescente cubre su cuerpo es porque no está conforme con él, porque lo rechaza. Tenemos una labor por delante los padres y profesionales de la salud mental y la educación enorme, porque los problemas psicológicos asociados al rechazo de la imagen corporal son grandes: trastornos de la conducta alimentaria, dismorfia corporal, vigorexia, ansiedad social o depresión”, nos advierte Úrsula.