Los obispos españoles han optado por el camino más corto y sencillo, siguiendo las sugerencias del Papa, para afrontar el día después de la dura y beligerante etapa del cardenal Antonio María Rouco Varela. Sin sorpresas, la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) otorgó ayer un apoyo masivo e inusual de 60 votos (cuando solo se necesitaban 40) a Ricardo Blázquez, de 72 años, un hombre de perfil moderado, de consenso, abierto al diálogo y sin enemigos declarados, para que ejerza en los próximos tres años una presidencia de cierta continuidad pero claramente de transición. Los prelados también eligieron como vicepresidente de la CEE al arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, con un perfil más extrovertido, mediático, muy cercano al mensaje de Francisco, y con una edad, 68 años, que le convierte en posible relevo para futuras elecciones.

Ambos, según los observadores, componen un tándem, que sin suponer una ruptura corrige hacia el centro la línea ultraconservadora de Rouco, en una CEE donde no hay opciones progresistas al estilo del cardenal Tarancón y sí un margen muy estrecho, de apenas matices entre obispos más conservadores y un poco más moderados. Los dos arzobispos incluso suenan para ocupar las sedes de Barcelona y Madrid, cuyos titulares, Lluís Martínez Sistach y Rouco, ya presentaron la renuncia hace meses.

GUIÑOS AL PAPA

En su primera y breve comparecencia pública Blázquez tuvo guiños hacia la línea aperturista del Papa, al que citó en reiteradas ocasiones. Habló de vocación de servicio a todos los hombres y mujeres de la sociedad, de una Iglesia que traslade el Evangelio con amabilidad y dimensión humana, y con "las puertas abiertas", sobre todo a pobres y humildes.

Con un discurso un tanto hueco, aunque más firme y suelto que cuando presidió la CEE entre el 2005 y el 2008, Blázquez evitó meterse en charcos y echó balones fuera ante preguntas sobre el aborto, la unidad de España o las cuchillas de las vallas de Melilla. Con diplomacia vaticana se remitió a los documentos y las declaraciones públicas de la CEE. En su mensaje, sin condenas ni advertencias, reiteró que "hay motivos para la esperanza, aunque en muchos momentos nos sintamos abrumados por las dificultades e incertidumbres". Incluso a la hora de hablar de la defensa de la vida recordó que no debe hacerse solo en su principio y en su final "sino en todo su trayecto y circunstancias".

NUMEROSOS APOYOS

El numeroso apoyo de los obispos a Blázquez fue aplaudido tanto desde la órbita conservadora, como el ministro de Educación, José Ignacio Wert, como desde sectores eclesiásticos progresistas. Algunos obispos, como el de Palencia, Esteban Escudero, ya le ven como "una especie de papa Francisco para la Iglesia de España" y el hombre que puede atraer una "corriente de simpatía" hacia la Iglesia en una sociedad como es la española que, en la línea con la europea, está cada vez más secularizada y con algunos sectores que pretenden reducir la religión al ámbito privado.

Los colectivos de Cristianos de Base y la Asociación de Teólogos Juan XXII acogieron el cambio con esperanza, ya que su mensaje, aunque conservador, dista mucho del excluyente de Rouco. "Es lo mejor o lo menos malo que se podía elegir. Puede conseguir una Iglesia de diálogo y consenso, hasta ahora imposible", coincidieron sus portavoces Evaristo Villar y Federico Pastor. También confiaron en que rompa alianzas con la derecha.

Blázquez también gusta al PSOE. El secretario general del grupo socialista en el Congreso, Eduardo Madina, espera que marque diferencias con su antecesor y sepa "leer bien qué momento histórico está viviendo la sociedad española", en referencia al "modelo aconfesional de país que la gran mayoría de la sociedad española quiere". Ricardo Sixto, diputado de la Izquierda Plural, confesó que no confía mucho en que Blázquez suponga un "cambio sustancial".