El código de conducta que prepara Italia -con el aval de la UE- para las oenegés que operan en el rescate de inmigrantes en el Mediterráneo está levantando ampollas. No son más de siete las organizaciones que, a día de hoy, navegan frente a las costas de Libia pero el hecho de que sean pocas no es óbice para que su labor no sea ingente. Las personas a las que sacan del mar, hacinadas en barcazas en malas condiciones, se cuentan por miles. Estas oenegés denuncian que, detrás de esta iniciativa, se esconde la voluntad de limitar su trabajo, manchar su reputación y, a la vez, esconder el fracaso estrepitoso de las políticas de la UE en materia migratoria.

Las oenegés han sido citadas mañana en el ministerio del Interior italiano, en Roma, donde se celebrará una reunión técnica para abordar el contenido del documento y escuchar las reticencias y sugerencias de las organizaciones afectadas. De no cumplirse las demandas, Italia advierte de que podría no autorizar el desembarco de inmigrantes en sus puertos; una posibilidad que complicaría sobremanera el trabajo de los cooperantes en la zona y que está considerada por varias de las oenegés como una «amenaza encubierta pero amenaza al fin».

«PROPAGANDA POLÍTICA»

«Cuando la opinión pública oiga hablar de un código de conducta pensará que en el mar se están cometiendo disparates y eso no es así», explica, vehemente, el director de la oenegé Proactiva Open Arms, Oscar Camps, que, asegura, las directrices que contiene el código ya se están aplicando en el mar, donde se trabaja siempre en coordinación con la guardia costera italiana. «Es un engaño, una farsa, propaganda política», añade Camps, convencido de que «las oenegés molestan, son testigos incómodos de una realidad dramática y de la incapacidad de la clase política para solucionarla». «Quieren amordazarnos y apartarnos y solo conseguirán que mueran más personas», sentencia.

Al comentar en detalle las disposiciones del código de conducta con el director de Open Arms, llega a la conclusión de que ya se están cumpliendo: prohibición de entrar en aguas territoriales libias, llevar encendido el radar de localización, no comunicarse o enviar señales luminosas para facilitar las partidas de embarcaciones, ni contactar con traficantes, certificar la preparación técnica de los socorristas, recibir a las autoridades policiales a bordo y la obligación de cooperar con las autoridades en el lugar de desembarco. En este caso el objetivo es que los agentes puedan realizar tareas de investigación sobre el tráfico de seres humanos y sobre los traficantes. «Nosotros no vamos a hacer de policías, no somos policías, nosotros salvamos vidas», matiza Camps, en referencia al que pudiera ser el aspecto más controvertido del documento, que insta a las oenegés a colaborar con las autoridades con información sobre las personas rescatadas y así como sobre los conductores de las barcazas.

Declarar las fuentes de financiación es otra de las disposiciones del código, así como la prohibición, salvo en casos de emergencia, de trasbordar personas de una nave a otra. La consigna es transportarlos a puertos seguros inmediatamente. Con toda probabilidad, este punto causará discusiones porque si los barcos deben abandonar la zona marítima de actuación, esta quedará descubierta, lo que podría provocar un aumento de los naufragios y muertos.

SAVE THE CHILDREN

David del Campo, director de cooperación internacional de la oenegé Save The Children -que también opera en el Mediterráneo central con su barco Vos Hesetia- asegura que, en última instancia, el objetivo de este código de conducta -«que no aporta nada que no se haga ya ni va a mejorar en nada los rescates»- tiene como objetivo «ir achicando el terreno progresivamente hasta llegar a impedirnos realizar la labor de salvar vidas». «Buscan hacérnoslo difícil y que cejemos», sentencia Del Campo que, asegura, lucharan para seguir cumpliendo el mandato de salvar vidas.

«Siguen acusándonos de actuar como efecto llamada y eso es del todo falso», explica el cooperante de Save The Children para añadir: «Hay un efecto huida y salida de personas que viven en medio de la guerra y la necesidad».

Tanto Camps como Del Campo lamentan que el único remedio que aplica la UE para acabar con la crisis migratoria en el Mediterráneo central sea financiar a Libia, «donde se están cometiendo auténticas atrocidades contra las personas que intentan embarcar rumbo a Europa».

La oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF), presente en la ruta del Mediterráneo central, está citada también mañana en Roma. «MSF está evaluando las disposiciones del código y compartiremos nuestra opinión cuando hayamos clarificado el proceso y sepamos las implicaciones que tiene en nuestras operaciones en el mar», reza un comunicado de la oenegé que añade: «Nuestras operaciones siempre se rigen de acuerdo con las leyes internacionales del mar y de los refugiados, en coordinación con el Centro de Coordinación de Rescate Marítimo y respetando los principios humanitarios».