NOMBRE George Davey

EDAD 10

DELITO Robo de dos conejos domésticos

CONDENA Un severo castigo que le llevó a cumplir un mes de trabajos forzados

NOMBRE James Hempson

EDAD 13

DELITO Robo de una caja de higos

CONDENA Diez azotes con una vara y cuatro días de trabajos forzados

NOMBRE Sarah Ann Coker

EDAD 13

DELITO Robo

CONDENA Un mes de trabajos forzados y un total de cuatro años de internamiento en un reformatorio

George Davey tenía 10 años en 1873 cuando la justicia inglesa le condenó a un mes de trabajos forzados. El delito por el que mereció tan severo castigo fue el robo de dos conejos. Un mes de trabajos forzados y cuatro años en un reformatorio fue la pena impuesta a George Jeffreys, de 14 años, por algo tan leve como haberse quedado con dos pedazos de hierro. Ambos recuerdan a Oliver Twist, el personaje de Charles Dickens que vivió la brutal disciplina y la miseria de las instituciones victorianas.

Los retratos de los convictos, tomados a su llegada a la prisión londinense de Wandsworth, forman parte de las 600 fotos de reclusos que pasaron por aquella cárcel (aún en activo) y que el Archivo Nacional británico acaba de publicar en internet. Cada una de las fotos, tomadas entre 1872 y 1873, va acompañada de una ficha con la descripción del preso y la razón por la que se halla entre rejas.

El hambre debió de llevar a James Hempson, de 13 años y natural de Surrey, a robar una caja de higos que le costaron 10 golpes con una vara y cuatro días de trabajos forzados. Es una pena leve comparada con los seis meses de trabajos forzados de Eliza Baker, sirvienta de 17 años, acusada de apropiarse de un velo de la dueña de la casa.

Castigos inhumanos

Tristes, muy tristes, fueron los siete días de trabajos para Julia Ann Crumpling, de 7 años, por haber hurtado un cochecito de juguete. Delitos nimios y castigos inhumanos. Desnutridos y famélicos, a duras penas los pequeños prisioneros lograban sobrevivir a los trabajos brutales, de los que tuvo penosa experiencia el propio Oscar Wilde.

La colección fotográfica, en la que cualquier ciudadano puede buscar entre los delincuentes a algún antepasado, es un valioso testimonio sobre un sistema de justicia sin piedad, en una época en la que millones de niños y adolescentes trabajaban en el Reino Unido como esclavos y vivían la peor penuria.

Por una larga jornada laboral sacando carbón, empujando vagonetas del negro mineral o abriendo y cerrando las puertas en los túneles para ventilarlos, los menores apenas ganaban el equivalente a 15 euros anuales. Huérfanos y niños sin hogar eran vendidos como limpiadores de chimeneas, un trabajo para el que se elegía a los más pequeños y a los delgados, los únicos capaces de colarse por el estrecho tiro.

Muchos acabaron en bandas de delincuentes y en la prostitución. Era un mundo distinto de la imagen romántica con que se adorna la era victoriana. Las cosas empezaron a cambiar cuando respetables miembros de la sociedad inglesa, como el doctor Barnado o Lord Shaftesbury, decidieron tomar medidas contra la explotación.

Medidas legales

En 1841 se prohibió trabajar en las minas a menores de 10 años; en 1868, se aplicó la norma a las granjas; en 1874, a las fábricas, y en 1875 se declaró ilegal el uso de niños para limpiar chimeneas. Paul Carter, del Archivo Nacional, recomienda ojear la colección de fotos "a todo aquel interesado en la historia de su familia, o en la historia local y social, porque es una oportunidad de poner nombres a los rostros del pasado".