Las manadas de caballos que recorren las praderas norteamericanas, conocidos a menudo como mustang, se han convertido en motivo de litigio por si deben ser considerados especímenes en peligro de extinción, como reclaman asociaciones defensores de los animales, o como una plaga que debe ser controlada. Las pruebas históricas no dejan lugar a dudas sobre el origen europeo de los actuales caballos americanos, tal como se enseña en los manuales escolares, pero el simbolismo de los hermosos équidos y los derechos para explotar tierras han elevado la controversia hasta los tribunales.

Pese a que los mustang parecen la esencia de la cultura indígena, siempre asociados a los sioux o los apaches en sus tareas de caza, lo cierto es que son descendientes de animales domésticos que los colonizadores españoles llevaron desde Europa a partir del XVI, recuerda Carlos Vila, biólogo de la Estación Biológica de Doñana, que ha analizado genéticamente el proceso de domesticación de los caballos. "Todos los investigadores opinan así y no creo que esta polémica vaya a cambiar las cosas". Se escaparon, se asilvestraron y se reprodujeron. El paso del tiempo no ha eliminado rasgos inequívocos de razas andaluzas o hispanoárabes.

¿COMO OSOS Y BISONTES? Pese a ello, las asociaciones defensoras de los animales han presentado una demanda en un tribunal de California para que los caballos asilvestrados o cimarrones tengan la catalogación de autóctonos y, por tanto, puedan gozar de los mismos privilegios que los osos o los bisontes. "Los caballos son una parte integral de nuestro medio ambiente", ha declarado Raquel Fazio, abogada que representa a las asociaciones. La demanda recuerda que hubo caballos en América en el Pleistoceno, pero ¿eran los mismos caballos?

Hasta ahora, la Oficina de Administración de Tierras (BLM) otorga las asignaciones para miles de hectáreas públicas de pastoreo (vacas y ovejas, por ejemplo) tratando a los mustang como simple ganado asilvestrado, lo que en la práctica significa que se ven privados de las mejores zonas con agua y forraje. De hecho, la BLM insiste en que deben controlarse las poblaciones porque amenazan el ecosistema.

Es evidente que ahora quedan menos ejemplares que hace décadas --son unos 33.000 caballos, más 5.550 asnos--, pero la oficina insiste en su web, en un capítulo dedicado a "mitos falsos", que nunca llegó a haber dos millones de caballos vagando por el Oeste americano, como citan algunos autores. Como era de esperar, los ganaderos sostienen que todo es una estratagema para alejar sus reses de los terrenos públicos.

ESTRECHO DE BERING Los argumentos de los demandantes exploran la prehistoria. Todo surge al constatar que, en efecto, los caballos --o al menos los antepasados de los caballos modernos-- sí son originarios de América del norte. La familia de los équidos se desarrolló allí y se extendió luego por el mundo hace unos 15.000 años a través del estrecho de Bering, pero unas condiciones climáticas extremas (o bien la caza excesiva) provocaron que se extinguieran en su lugar de origen. Aunque es motivo de discusión, las pruebas arqueológicas indican que los caballos se extinguieron en América hace 10.000 años.

"Creo que es legítimo discutir si esos caballos desarrollan la misma función ecológica que los caballos originales, pero a mí esto me parece un debate un tanto absurdo cuando por otro lado existen unas presiones brutales para evitar la expansión de los grandes predadores (lobos, principalmente), con lo que los ecosistemas naturales no se pueden recuperar", concluye Vila.