Ni hubo abusos, ni tocamientos ni mucho menos relaciones homosexuales con jóvenes o entre sus compañeros espirituales. El padre Román Martínez, único acusado por los supuestos abusos sexuales cometidos en Granada entre el 2004 y el 2007 por un grupo de sacerdotes sobre un joven que entonces era menor de edad, ha negado esta mañana en la primera sesión del juicio las acusaciones que realiza la víctima, que se identificó en su momento como 'Daniel'. Y frente al relato descarnado que desveló el menor y que hace unos años llegó incluso hasta el Papa Francisco, el sacerdote asegura que se limitó a asesorar al joven en el plano religioso como una forma de que “profundizara en su fe”. Que le estimaba y lo único que ofreció fue “amor cristiano” y fraternal y no enamoramiento, como ya defendió en la declaración indagatoria hace más de un año.

DELITOS PRESCRITOS

El caso Romanones, como se conoce al proceso, sienta en el banquillo al supuesto cabecilla de un grupo de sacerdotes y laicos, hasta 12 personas, que fueron señaladas por Daniel en un escrito que remitió al pontífice para contarle su calvario. El Papa Francisco le llamó por teléfono para pedirle perdón en nombre de la Iglesia e instarle a que denunciara, al mismo tiempo que le garantizaba que se abriría una investigación interna en el seno de la diócesis. Unas pesquisas que se vieron ralentizadas por el propio responsable de la Iglesia de Granada, Javier Martínez, que solo ha apartado de sus funciones eclesiásticas a tres de los señalados, pese a que el juzgado de instrucción dejó claro que lo único que le impedía seguir la causa contra el resto era que los supuestos delitos habían prescrito. También la investigación judicial se vio afectada, y el juez llegó a amonestar al obispo de Granada por no presentar la documentación requerida, pese a que el papa Francisco exhortó a que "la verdad es la verdad" y "no debe esconderse".

Así, el padre Román se enfrenta ahora a 9 años de cárcel según la fiscalía, que la acusación particular eleva a 26 años, por un delito de abuso sexual continuado agravado por el resultado de acceso carnal. Asimismo, reclama 50.000 euros de indemnización por daño moral en concepto de responsabilidad civil. El arzobispo, por su parte, tendrá que declarar como testigo en los próximos días, y deberá responder además como responsable civil subsidiario en el caso de que el acusado sea condenado. La fiscalía ha reconocido este lunes que las principales y únicas pruebas del caso son las declaraciones de la víctima y los testigos.

"DOBLE VIDA" DE LA VÍCTIMA

Pese a la gravedad de las acusaciones, el cura niega la mayor. En su declaración de este lunes ante la Audiencia Provincial de Granada, ha insistido en que nunca pidió ni dio “favores sexuales”, siquiera besos en la boca, o que compartiera cama con él en una de las casas que usaba en las afueras de Granada junto a otros compañeros como retiro de fin de semana, aunque negó que se tratara de un grupo paralelo a la Iglesia local. “No me entra en la cabeza dormir con otra persona”, ha llegado a decir, desmintiendo incluso las relaciones sexuales entre el grupo de sacerdotes. Así se ha desmarcado de cualquier relación sentimental con la víctima, asegurando que, cuando le remitió una carta firmada con un “te quiero mucho”, se refería al concepto cristiano de la palabra amor. Sí ha confirmado que el entonces menor, al igual que otros muchos, durmió en la casa parroquial o en sus propiedades en las afueras, pero siempre en otra habitación.

En este sentido, ha afirmado que se distanció del joven, que ahora es numerario del Opus Dei, porque éste llevaba “una doble vida”, dado que decia que quería ser sacerdote pero al mismo tiempo tenía novia. De hecho, llegó a intervenir en la relación de pareja del joven porque la chica, dice, se sentía acosada. La defensa del sacerdote llegó a atribuir en otras fases de la instrucción la denuncia contra el padre Román a motivos económicos.