El goteo de los cientos y cientos de folios que el juez de Palma Manuel Peñalva tiene sobre su mesa, fruto de dos años de investigación por parte de todas las policías y el fiscal anticorrupción Miguel Ángel Subirán, ha permitido al magistrado, sin ningún tipo de duda, calificar a Bartolomé ‘Tolo’ Cursach, hasta ahora uno de los ‘intocables’ de Mallorca y auténtico padrino de la noche de Palma y Calvià (que fue detenido la semana pasada), como “el jefe de una organización mafiosa, de una banda criminal”.

Subirán y Peñalva se han valido de declaraciones y testimonios procedentes, no solo de muchos empresarios arruinados por Cursach y sus maniobras policiales, sino también de veteranos exempleados suyos, alguno, incluso, con 20 años de antigüedad en su grupo, que le acusan de haber suministrado droga en mal estado para que muriesen (“a este enfermo, inféctalo”, había sido su orden) a dos trabajadores suyos drogadictos, uno de los cuales custodiaba unas fotografía de Cursach con niños desnudos en Brasil y el otro cuidaba su finca de Puntiró, en las cercanías de Palma.

Todo parece indicar que a la justicia le va a costar muchísimo, por no decir que le será imposible, demostrar esas dos muertes o imputárselas directamente a Cursach, ya que se produjeron hace varios años y resultará imposible, primero saber si fallecieron por consumir droga adulterada, mortal, y, segundo, porque nadie podrá probar que esa dosis se la suministraron por orden del padrino de la noche de Palma. Pese a todo, Peñalva cree que los testigos que denuncian esas dos muertes son muy, muy, creíbles.

CORRUPCIÓN POLICIAL

El juez Peñalva tiene muy claro que Tolo Cursach, defendido por el prestigioso abogado madrileño Enrique Molina, exdefensor del exmagistrado Baltasar Garzón, habría conseguido el control de multitud de negocios de la competencia “gracias a la colaboración de las policías locales de Palma y Calvià”, que sometían a esos propietarios a constantes, escandalosas, públicas ycostosísimas inspecciones, que conducían a la ruina a sus dueños, obligándoles a cerrar el local o, en el mejor de los casos, a aceptar la oferta a la baja que, una vez situados contra las cuerdas, les llegaba de representantes del Grupo Cursach.

Tanto esos empresarios arruinados, como muchos de los exempleados de Cursach maltratados o amenazados, han explicado a Subirán y Peñalva cómo actuaba la policía, que, según los investigadores, estaban en contacto permanente con Tolo Sbert, lugarteniente y mano derecha de Cursach (ambos son los dos únicos encarcelados del caso), que llegó a estar presente de forma amenazadora, incluso, en un interrogatorio-reprimenda que el entonces jefe de la Policía Local de Palma, Joan Mut, tuvo con un subordinado, que se negó a levantar una denuncia “por ruido excesivo” que había puesto a una de las discotecas de Cursach.

Según la investigación, Sbert señalaba los objetivos y salas a sancionar por los policías corruptos de Palma y Calvià, cuya ‘mordida’ consistía en trabajar, por 90 euros la hora, de porteros en las discotecas, tener abonos gratis en el gimnasio Megasport, comer y cenar gratis en los restaurantes u obtener sexo gratis en determinados locales del grupo. Una vez recibida la orden, los policías se presentaban en los locales, siempre en horas punta, hacían encender todas las luces, apagar la música y, como si de una redada se tratase (el objetivo, sin duda, era asustar e intimidar a los clientes, que ya no volvían más), pedían la documentación al dueño y jefes de la discoteca e imponían sanciones por cualquier cosa.

ACOSO PERMANENTE

Hay que decir que a lo largo de los dos años de investigación, y en estas últimas semanas en las que el juez Peñalva ha hecho públicas ya todas sus acciones, fuentes próximas al proceso han elogiado “el comportamiento impecable” de los policías buenos de todos los cuerpos, que intentan lavar la imagen de cada uno de los colectivos, indignados porque una parte de sus compañeros formasen parte del sistema de extorsión del Grupo Cursach.

La investigación de Peñalva, no solo está en condiciones de demostrar que el acoso a la competencia, por parte del Grupo Cursach y los policías a sueldo, era durísimo y permanente, sino que también existen pruebas de que Cursach solo ha pagado 10 de las 454 multas impuestas a su grupo, mientras que el resto de empresarios de la noche han pagado el 95% de las sanciones que se le han impuesto.

De ahí que la Mallorca política también esté patas arriba (bueno, casi nunca ha dejado de estarlo), pues en la documentación de la investigación y, por tanto, en la lista de posibles ‘sospechosos habituales’ para y por la causa de Tolo Cursach aparecen losnombres de políticos relevantes como el expresidente Jaume Matas, asiduo de Megasport; José María Rodríguez, expresidente del PP de Palma y exdelegado del Gobierno; Álvaro Gijón, exconsejero de Seguridad Ciudadana de Palma y el hombre que, al parecer, logró que la única parada de autobús de todo el Paseo Marítimo de Palma se ubicase frente a la principal discoteca de Cursach; Mateu Isern, exalcalde de Palma y Carlos Delgado, exalcalde de Calvià, que es, de momento, el único que ha puesto el grito en el cielo y amenazado con querellarse con todo el que le mezcle con el padrino de la noche mallorquina.

Cursach, conocido por muchos como “el hombre que nunca estuvo allí”, en reconocimiento a la serie de ‘manos derechas’ y ‘matones’ que ha tenido y tiene para desarrollar los trabajos sucios sin que él aparezca nunca, ha llegado a estar, según los investigadores, detrás de las denuncias, supuestamente manipuladas por su grupo, presentadas contra salas de la competencia por parte de dos asociaciones ACOTUR y Asociación Belear de Salas de Fiestas, que ejercían de acusadores impulsadas, protegidas y, posiblemente, hasta financiadas por el Grupo Cursach.

Eso sí, Bartolomé Tolo Cursach nunca figuraba en ellas. Él nunca estuvo allí.