El Sínodo de la Amazonia, que en octubre reunirá a los obispos y a numerosos católicos de nueve países de América Latina, pasará a la historia como el encuentro en el que se decidió si se ordenaban o no como sacerdotes a hombres indígenas con pareja y si se atribuía un papel más decisivo a las mujeres en la Iglesia católica. Es la primera vez que las dos posibilidades han sido plasmadas en un documento oficial católico.

El Sínodo se ocupará también de otras cuestiones que probablemente quedarán en segundo plano pero que no son menos importantes. Entre ellas, la «traducción» del mensaje cristiano (desde siempre expresado en categorías, ritos y lenguaje grecorromanos) en los idiomas, costumbres e incluso maneras de vestir y músicas de los indígenas. En las 58 páginas del programa, fruto de una consulta territorial que empezó oficialmente hace dos años, está incluido también el «mea culpa» de la Iglesia por haber apoyado la colonización y la cristianización forzada de los indígenas durante el llamado «descubrimiento de América».

Tras afirmar que «el celibato es un don de la Iglesia», el documento preparatorio salido del Amazonas y rubricado por el Papa afirma que «las comunidades tienen dificultades para celebrar frecuentemente la eucaristía» (en la región existen casi un millón de católicos con 27 curas), por lo que «en lugar de dejar a las comunidades sin la eucaristía, hay que cambiar los criterios de preparación de los ministros autorizados a celebrarla».

Por esta razón «se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación de sacerdotes preferiblemente indígenas, respetados y aceptados por sus comunidades, aunque puedan tener una familia ya constituida y estable». Se trata de «promover vocaciones autóctonas de hombres y mujeres».