El papa Francisco y el patriarca Bartolomeo I han expresado este domingo su «firme y sincera resolución» de intensificar esfuerzos para lograr «la unidad» de sus respectivas iglesias, la católica y la ortodoxa, separadas desde hace casi un milenio a causa del llamado Cisma de Oriente y Occidente.

Si bien existían, y aún existen, leves diferencias teológicas entre católicos y ortodoxos, el origen de la disputa fue más bien político y surgió de la división del Imperio Romano en dos polos de poder que competían entre sí por la primacía sobre el orbe cristiano: Roma, sede del Papado, y Constantinopla, capital del Imperio Bizantino. La ruptura se produjo en 1054 cuando los representantes del Papa y el Patriarcado de Constantinopla se excomulgaron mutuamente.

De ahí el gran simbolismo que ha tenido la participación de Francisco en la misa dirigida por Bartolomeo para conmemorar la festividad de San Andrés --patrón de los ortodoxos-- en la iglesia del Patriarcado Ecuménico, sito a orillas del Cuerno de Oro de la antigua Constantinopla (hoy Estambul), como punto final de la visita papal de tres días a Turquía. «Lo único que la Iglesia Católica desea, y que yo busco como Obispo de Roma, es la comunión con las iglesias ortodoxas», afirmó el Papa.

COMISIÓN TEOLÓGICA

Ese proceso de reunificación no es cosa de hoy sino que se inició en 1964 con la visita del patriarca Atenágoras al papa Pablo VI. Los siguientes pontífices han repetido los contactos y una comisión teológica dirige las negociaciones. Pero según Juan de Pérgamo, el teólogo ortodoxo que preside la comisión de diálogo con Roma, el hecho de que ambas iglesias estén dirigidas ahora por hombres «humildes y visionarios» hace más fácil la reunificación. «Una vía larga y algunas veces escabrosa, pero sin retorno», en palabras de Bartolomeo.

Existen aún problemas entre las dos iglesias, el primero de los cuales es que los ortodoxos no reconocen la primacía del Papa como lo hacen los católicos. El jefe de la Iglesia Ortodoxa, Bartolomeo, es un «primero entre iguales» respecto a los demás patriarcas y arzobispos que presiden las iglesias nacionales ortodoxas. Pero este problema parece en vías de solución pues el Papa aseguró que no pretende imponer «ninguna exigencia (...) ni sumisión del uno al otro, ni absorción». El franciscano Rubén Tierrablanca, también implicado en las negociaciones, explicó a EL PERIÓDICO que «la unidad que se busca es la de la fe, más que la administrativa» y en una futura iglesia unida se permitiría que cada cual mantenga su autonomía, así como sus costumbres y sus ritos.

CRÍTICAS

Sin embargo, el mayor obstáculo lo ve Tierrablanca en la postura política del Patriarcado ortodoxo de Moscú, que goza de estrechas relaciones con el presidente ruso, Vladímir Putin, y que ha criticado duramente el apoyo de los católicos ucranianos al bando prooccidental en el conflicto que asola ese país, además de considerar que durante las últimas dos décadas el Vaticano ha fomentado que muchas congregaciones de Ucrania se pasen de la ortodoxia a la obediencia romana.

Para dirimir la postura de los ortodoxos el patriarca Bartolomeo ha convocado un Concilio en Estambul en el 2016 y ha lanzado la idea de celebrar otro junto a los católicos en el 2025 en Iznik (Turquía), la antigua Nicea donde en el año 325 tuvo lugar el primer concilio de las iglesias cristianas y se establecieron las bases para su unidad.