El Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como el banco del Vaticano, no será suprimido, sino que entrará a formar parte de las estructuras de la Santa Sede, aunque con dimensiones más reducidas que las actuales. Hasta ahora era autónomo y respondía directamente al Papa de turno. Se trata de una decisión que ha tomado el papa Francisco y que ha sido comunicada este lunes, sin especificar de qué manera la institución será integrada en el futuro en las estructuras económicas de la cúpula católica, que en estos meses han sido totalmente reformadas.

La escueta nota vaticana que informa sobre la decisión del Papa hace presagiar que el banco permanecerá como instituto financiero para facilitar las relaciones económicas de la Santa Sede con sus instituciones esparcidas por el mundo, por lo que perderá su característica de banco autónomo, en el que tenían cuenta abierta, por ejemplo, los embajadores acreditados ante la Santa Sede y otros ciudadanos que nada tenían que ver con la Iglesia católica.

Se ignoran los detalles de la decisión del Papa, ya que según la oficina de prensa del vaticano se trata de una “propuesta sobre el futuro del instituto” que Jorge Bergoglio presentará proximamente a los ocho cardenales que le están ayudando en la reforma total del Estado Vaticano y de la Santa Sede.

La decisión papal subraya que el IOR "continuará a facilitar servicios financieros a la iglesia católica en todo el mundo"”, aunque en lugar de ser autónoma pasará a depender de la Secretaría Económica. Se trata de una estructura creada el pasado mes y que, junto con un Consejo para la Economía, constituye un verdadero superministerio del que dependerán todas las estructuras, entes, organizaciones e instituciones económicas del gobierno central católico. Dicho superministerio aprobará los presupuestos y balances consolidados y, a través de la Autoridad de Vigilancia (AIF), vigilará sobre su transparencia de acuerdo con la leyes internacionales.

Un comunicado oficial informa que la propuesta del Papa ha sido “desarrollada conjuntamente” con la comisión que el papa Francisco había nombrado el pasado año para analizar a fondo el IOR, organizar una limpieza total del mismo y proponer su estatus final. Dicha comisión ha actuado de acuerdo con el presidente de una comisión de cinco cardenales, presidida por el español Santos Abril Castelló, que hasta el momento ejercía como una especie de consejo de vigilancia.

La reforma del banco, cuyos detalles aún se ignoran, sale al paso de los numerosos escándalos en los que la institución ha estado implicada prácticamente desde su nacimiento, en los años 40 del siglo pasado. El principal fue su implicación en el conocido como “escándalo del banco Ambrosiano”, sucesivamente quebrado (1982). El entonces presidente del IOR, Mons. Paul C. Marcinkus, fue perseguido por la justicia italiana, aunque no pudo detenerle.

Desde que papa Francisco ordenó una investigación a fondo del IOR ya han sido cerradas más de 13.000 cuentas y cada uno de sus clientes ha recibido la visita de unos inspectores que le han pedido razones sobre el dinero depositado.