Vista de lejos, la zona de embarque recuerda a una enorme mancha de alquitrán. Tal es el color de las lonas con que la mayoría de los viajeros tapan los bultos con sus pertenencias apilados sobre los coches. La práctica totalidad de los vehículos llevan matrículas europeas, las ruedas sepultadas por el peso, la casa a cuestas en la baca y familias casi hacinadas en el interior.

Las carreteras de Cádiz son testigo del devenir de miles de inmigrantes con un único destino: el puerto de Algeciras, donde esperan los ansiados ferrys que les devuelvan al otro lado del Estrecho.

Día fuerte

Si el primero de agosto es, tradicionalmente, el día fuerte de la Operación Paso del Estrecho, este año la afluencia de vehículos es mayor, al coincidir con el fin de semana. Según la Delegación del Gobierno en Andalucía, desde el pasado viernes hasta hoy día 2, está previsto que por el puerto de Algeciras pasen 90.000 personas, a bordo de unos 30.000 vehículos.

El de Algeciras es el embarque elegido por el 70% de los cerca de 600.000 marroquís que vuelven a sus casas en verano, seguido por Almería (28%) y Málaga (2%).

Abdullah Larbi lleva dos días de viaje. Junto a su mujer, Saída, sus dos hijos varones y su suegro, salió el viernes de un pueblecito del sur de Holanda. Al conocer el castellano, se desenvuelve con comodidad. "Esto ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Antes, había colas hasta para entrar en Algeciras", señala.

El camino lo han hecho sin apenas paradas, "sólo lo imprescindible para comer, rezar o descansar un poco, aunque tampoco llevábamos prisa, tenemos un mes por delante". En Francia se les unieron unos familiares. Todos los inmigrantes acaban coincidiendo en los mismos puntos. Su mujer afirma: "Hemos tenido suerte, porque en una de las áreas de descanso les robaron la documentación a unos compatriotas". El robo de documentos u otros bienes provoca la mayoría de consultas que recibe el dispositivo de asistencia social habilitado en el puerto.

Los camareros algecireños de los bares y restaurantes no dan abasto con tanto cliente. Están acostumbrados a recibir a muchos de los pasajeros estos días. "Se nota que no quieren gastar mucho, lo llevan todo en los coches", dicen.

El cabeza de familia mira con desesperación un cartel rojo con el puerto de su ciudad de destino, Tánger, en el parabrisas del destartalado Peugeot. Ese cartel indica que, como poco, deberá esperar seis horas antes de llegar a la frontera: casi tres horas de espera en Algeciras y otras tres de trayecto en el ferry, "eso si el mal tiempo no retrasa más el embarque".

Los altavoces avisan de la proximidad del embarque. Los Larbi llevan casi cinco horas y por fin se dirigen al ferry. "En estos momentos te olvidas del cansancio y sólo estás pendiente de llegar".