Los técnicos de la Agencia Espacial Europea (ESA) pusieron ayer a trabajar a todo ritmo al módulo robótico Philae, que se posó el miércoles en la superficie del cometa 67P/ Churyumov-Gerasimenko, en previsión de que su capacidad operativa tuviera las horas contadas. Philae se encuentra en un paraje sombrío que solo recibe diariamente una hora y media de luz, insuficiente para que los paneles solares puedan recargar las baterías que alimentan todos los equipos e instrumentos científicos.

Una vez posado, tras liberarse de la sonda Rosetta y descender durante siete horas hasta el cometa, Philae tenía aseguradas 64 horas de trabajo gracias a sus baterías, por lo que su vida útil debía concluir teóricamente la pasada madrugada.

Como mínimo, lo que estaba claro ayer es que el módulo se encontraba activo y en buen estado aunque en una posición inclinada, con solo dos de sus tres patas ancladas al suelo. Los técnicos ordenaron al módulo que desplegara y clavara en el suelo el brazo robótico Mupus, que debe servir para conocer las propiedades térmicas y mecánicas del suelo, y también se puso en marcha el espectrómetro APXS.

Debido a dos rebotes durante la operación de aterrizaje, Philae acabó posiblemente a un kilómetro de distancia del lugar elegido originalmente para posarse, el llamado punto J, donde sí estaba garantizada la luz. Las siete microcámaras del instrumento CIVA, que toman fotos panorámicas, muestran invariablemente rocas, lo que sugiere que Philae está en un acantilado o, al menos, en una especie de hondonada donde apenas llega la radiación solar.

UN PÍXEL EN LA INMENSIDAD

Rosetta, la nave nodriza, se hallaba ayer a 50 kilómetros de la superficie del cometa, una distancia muy grande como para que fuera sencilla la localización de un objeto de apenas un metro cúbico. En las fotos del descenso captadas por la cámara Osiris de la nave, por ejemplo, Philae era un píxel blanco en la oscuridad absoluta. Como el equipo de la ESA no sabe con exactitud dónde se halla Philae, intentar moverlo podría ser contraproducente. Sus 100 kilos de peso en la Tierra equivalen a unos pocos gramos en la superficie de Chury -debido a la minúscula gravedad ejercida por el cometa- y eso significa que había un riesgo evidente de que saliera disparada ante cualquier impulso.

Por el mismo motivo, los técnicos de la misión eran reacios a poner en marcha el taladro percutor SD2, con capacidad para horadar hasta 23 centímetros y tomar muestras. Y si no funcionaba el taladro, tampoco se podían utilizar los instrumentos Cosac y Ptolemy, concebidos para analizar la composición molecular e isotópica de las muestras (con el objetivo principal de buscar compuestos orgánicos).

Sin embargo, en previsión de que la misión concluyera antes de tiempo, los técnicos decidieron finalmente usar el taladro. Era una maniobra a la desesperada porque, al margen del riesgo de desestabilizar el módulo, hacer el agujero y los posteriores análisis iba a consumir 80 de los 100 vatios hora que se calcula todavía le quedaban a las baterías. Se corría el riesgo incluso de que no haya energía para enviar los resultados a Rosetta. Estaba previsto que los resultados, en caso de haberlos, se conocieran la pasada madrugada.