Shinji Aoba gritó pakuri a los agentes que lo detuvieron. Pakuri, el plagio de una obra artística, está detrás de los 33 fallecidos y docenas de heridos en el incendio de unos estudios de animación de Kyoto. El país se despertó conmocionado por la peor matanza desde la segunda guerra mundial, preguntándose cómo un tipo pudo entrar tan fácilmente con ese arsenal destructivo en una compañía que había recibido amenazas de muerte.

Aoba ha confesado su autoría y la ha justificado por el robo de una de sus novelas, sostiene el diario Mainichi Shimbun citando fuentes policiales. El pirómano permanece en el hospital y ha sido anestesiado para atenuar el dolor de sus quemaduras. La policía aún no ha podido probar la certeza de ese plagio y tampoco parece que, con 33 muertos, sea la cuestión principal.

La prensa ya ha juntado retales para elaborar el perfil del pirómano. Tiene 41 años, vive en un apartamento de un suburbio al norte de Tokyo, nunca trabajó para los estudios que atacó y estuvo internado en un centro de rehabilitación de la prefectura de Saitama. Todo apunta a un tipo consumido por el rencor y de ira incontrolable. Una semana atrás aporreó la pared del vecino quejándose del ruido. Importó poco que este le explicara que no provenía de su domicilio: le agarró del cuello, le estiró del pelo y le prometió que le mataría. «Me asusté porque realmente pensé que iba a matarme», explicó luego. En los meses previos había acumulado incidentes en el vecindario.

El hombre, tras incendiar las oficinas de Kioto Animation, llamó al timbre de un domicilio cercano. Estaba descalzo, cubierto en sangre, con el pelo chamuscado, sin piel en los brazos y con la ropa aún en llamas. La mujer que le abrió la puerta las sofocó con una manguera. Reconoció a los agentes que había derramado gasolina y prendido fuego.

Sorprende que el hombre entrara en el edificio con dos garrafas de 20 litros de gasolina, varios cuchillos y martillos en uno de los países más seguros del mundo. Sorprende más porque el presidente de la compañía había recibido en los últimos años emails con amenazas de muerte. La empresa, ha explicado, cuenta con un sistema de acceso con tarjetas magnéticas. Pero el jueves la compañía iba a recibir una visita multitudinaria y lo desconectó para aligerar el tránsito. Se desconoce si el atacante lo conocía o fue una trágica casualidad.

El detenido derramó la gasolina y prendió fuego mientras gritaba «Vais a morir». El incendio se expandió rápidamente por las tres plantas del edificio donde trabajan 70 personas. El abundante papel y la escalera de caracol ayudaron a que las llamas conquistaran en cuestión de minutos el edificio.