A 410 años luz de distancia de la Tierra, los vestigios de un planeta de hierro orbitan alrededor de una estrella muerta. El Gran Telescopio de Canarias, en manos de un equipo internacional de investigadores, en la isla de La Palma, ha desvelado la presencia de este fragmento planetario alojado en el corazón de un disco de escombros y que ha sobrevivido al final de la vida de su astro anfitrión, ahora convertido en una enana blanca. Su historia, publicada ayer en la revista Science, ofrece una pista sobre qué planetas pueden haber sobrevivido a la muerte de sus sistemas solares y permite incluso entrever hacia dónde va nuestro futuro planetario.

La biografía de este cuerpo celeste ha sido reconstruida por los investigadores a través de técnicas de espectroscopia, una metodología que permite vislumbrar los últimos suspiros de luz y gas emitidos por los astros.

Para averiguarlo, los investigadores utilizaron OSIRIS, el espectrógrafo del GTC que estudió el disco de escombros que rodea a esta enana blanca a 410 años luz de distancia de la Tierra. El análisis de estos elementos desvela que el planeta superviviente debió ser rico en hierro y níquel, características que le permitieron resistir, al menos en parte, al cataclismo de su sistema planetario. Sus restos, cuyo volumen podría oscilar entre uno y cientos de kilómetros, se encuentran dando vueltas a una distancia muy cercana a la estrella que antiguamente ejercía de anfitriona.

A su alrededor, todo lo que queda son fragmentos de cuerpos rocosos, muchos de ellos probablemente desprendidos del antiguo planeta, en los que abundan hierro, magnesio, silicio y oxígeno, cuatro de los elementos con los que se construyó la vida en el planeta Tierra.

También observaron un anillo de gas que emanaba de un cuerpo sólido, similar al que fluye de la cola de un cometa.

La estrella ya casi muerta, que originalmente debía contar con una masa equivalente a la de dos soles, ha quedado reducida a una enana blanca. Se trata, por lo tanto, de un astro que ha quemado todo su combustible, que ha quedado despojado de sus capas externas y cuyo núcleo se encuentra al descubierto mientras se enfría lentamente.

FUTURO DE LA TIERRA

Todo apunta a que este cuerpo celeste ha menguado hasta tal punto que el fragmento planetario que continúa en su órbita se sitúa dentro de lo que algún día fue su radio. Ahora, el pozo gravitatorio de la enana blanca ejerce de pegamento de lo poco que queda de este sistema solar.

El hallazgo de este sistema planetario situado a centenares de años luz de distancia también sirve de pretexto para hablar del futuro de nuestro planeta. «En el sistema solar se prevé que el Sol se expandirá hasta donde la Tierra orbita actualmente y borrará la Tierra, Mercurio y Venus. Los planetas a partir de Marte (Júpiter, Saturno, los planetas exteriores, así como asteroides y cometas) sobrevivirán y se moverán más lejos», explica Christopher Manser, investigador de la Universidad de Warwick y coautor del estudio.

El estudio es, además, el primero en detectar los restos de un planeta con técnicas de espectrometría.

El anterior se descubrió utilizando el método de «tránsito», el más utilizado para buscar exoplanetas, y que detecta cuerpos planetarios cuando pasan por delante de su estrella y bloquean el paso de parte de su luz.