Juan Manuel Galán era un joven de 20 años con la normalidad habitual de los criminales impunes. Nadie sospechó nunca que fuera el autor de las muertes de dos mujeres vecinas de Valencia y sospechoso de otras más y de varios ataques. Nadie sospechó que fuera el criminal conocido como asesino del chat . Tuvo que morir para que los investigadores acabaran atando cabos.

Galán murió matando. El pasado 11 de enero acudió al domicilio de Vicente Ferriols, enfermero de profesión y vidente en su tiempo libre, al que había conocido en un chat de internet. No era la primera vez que se encontraban, pero esta vez Galán decidió actuar y atacó a Vicente con una navaja para robarle. Le alcanzó tres veces, pero la víctima tuvo tiempo de defenderse con un abrecartas que clavó en el vientre del agresor. Galán huyó malherido de la casa, ba- jó las escaleras y se desplomó en la calle. Murió en la ambulancia.

EL ADN COINCIDE No llevaba documentación. Y los dos días siguientes nadie preguntó por él. Su identidad se convirtió en un misterio hasta que la policía anunció su descubrimiento. Pero la sorpresa fue que su ADN coincidía con el de una colilla encontrada en el piso de Isabel Fornás Piñol, una empleada del Ayuntamiento de Valencia, de 46 años, estrangulada en febrero del 2003. Vivía sola y conoció a Galán a través de un anuncio de contactos. Se relacionaban a través de internet. El robo desembocó en asesinato y, en un intento de despistar a la policía, Galán pintó una esvástica en la pared. La investigación llegó a rozarle, ya que se interrogó a un amigo del joven como sospechoso del asesinato, pero ahí quedó todo.

El hallazgo ha provocado que la policía esté desempolvando todos los crímenes sin resolver con víctimas solitarias. El arduo trabajo ha dado frutos. Las huellas dactilares de Galán coinciden con las recogidas en el piso de Concepción Navarro, agente de seguros de 53 años, muerta de dos heridas de arma blanca el pasado 6 de junio. Esta vez se conocieron cuando Galán fue a arreglar una persiana. En una visita posterior la mató y le robó el dinero.

La policía intenta averiguar ahora si hace tres años el joven acabó con la vida de Isabel S., una enfermera jubilada, religiosa e introvertida, muerta de 12 puñaladas durante un intento de robo y cuyo asesino prendió fuego a la casa para borrar las huellas. Galán era entonces menor de edad y, además, queda la duda de por qué tardó tres años en cometer el siguiente crimen. Se sospecha que puede haber agredido o robado a más personas que no lo denunciaron al haberse producido durante encuentros de carácter sexual.