El helio, gas noble conocido entre los estudiantes por ocupar el extremo superior derecha de la tabla periódica, es el segundo elemento más abundante en el Universo, pero en la Tierra resulta tan escaso que se extinguirá en apenas tres décadas si prosigue la demanda actual, que triplica el ritmo de extracción, y no se hallan alternativas. Y el problema del helio es que es irremplazable o, como mínimo, que en sus principales aplicaciones no hay por ahora nada que le haga sombra.

El agotamiento del helio no solo pone en peligro los globos de colores que amenizan ferias y fiestas, que es su uso más popular, sino que se resentirán gravemente sectores de alta tecnología que aprovechan sus peculiares propiedades, como las resonancias magnéticas de los hospitales, las pantallas LCD, los cables de fibra óptica, los imanes superconductores y los telescopios espaciales. Así que Robert Richardson, profesor de la Universidad de Cornell (Nueva York) y premio Nobel de Química, que lleva años luchando por un uso más racional del helio, lo tiene claro: la única opción pasa por subir drásticamente el precio y limitar su empleo en usos recreativos. Por supuesto, la propuesta incluye desterrar también el conocido juego consistente en aspirar un poco de helio para distorsionar el timbre de voz y cantar como los Pitufos.

La mayoría del helio presente en la Tierra se forma por la desintegración radiactiva de diversos minerales, especialmente con uranio y torio. De hecho, más que escaso --se calcula que cada año se generan 3.000 toneladas nuevas--, lo que sucede con el helio es que es un gas tan ligero que todo lo que se produce se escapa rápidamente a la atmósfera. Así pues, la única manera de encontrarlo en cantidades razonables es buscarlo en formaciones geológicas que hayan evitado su fuga. Normalmente aparece asociado a yacimientos de gas natural, en ocasiones representando el 3% del contenido.

Al helio no se le había prestado demasiado interés hasta que hace unas dos décadas empezaron a generalizarse sus aplicaciones. Por ejemplo, este singular gas es el elemento químico con el punto de ebullición más bajo, cerca del cero absoluto, lo que lo convierte en un refrigerante fantástico, explica Manuel Barranco, catedrático de Física en la Universidad de Barcelona (UB). El helio líquido enfría los imanes superconductores de las resonancias magnéticas y del colisionador del CERN. "No hay laboratorio científico que no tenga un refrigerador con helio", prosigue. Además, no se desintegra y es estable. Barranco cita en segundo lugar su carácter de gas inerte --no reacciona--, por lo que es muy útil para soldaduras de arco y procesos similares. Por el mismo motivo, y aprovechando el pequeño tamaño de sus moléculas, también se emplea profusamente como detector de fugas. Dentro del ámbito científico es habitual en estudios sobre mecánica cuántica o cromatografía.

ALZA DEL PRECIO El precio del helio había sido hasta ahora bajo porque en 1996 el Congreso de EEUU, que es el primer productor con el 70% del total mundial, decidió vender las reservas estratégicas acumuladas en décadas anteriores, lo que ocasionó precios de saldo. Y entonces llegó su generalización en usos industriales. "Hubo épocas en las que apenas se le prestaba atención y se desaprovechaba durante la extracción del gas natural, pero ahora se ha convertido en un producto estratégico", recuerda Barranco. Argelia, Polonia y Qatar son también productores importantes, aunque posiblemente sea Rusia el país con mayor potencial habida cuenta sus grandes reservas de gas. "En los últimos cinco o seis años, el precio del llamado helio 4 (la variante o isótopo principal que se extrae del subsuelo) se ha duplicado".

El helio también se puede fabricar de forma artificial, concretamente el isótopo helio 3, pero el fin de la guerra fría tuvo como curiosa consecuencia una escasez creciente, prosigue Barranco. La fabricación de armamento nuclear lo generaba como residuo, pero las reservas se han ido agotando con el paso de los años y lo poco que queda sigue estando en poder de las superpotencias, "que son reacias a venderlo". El helio 3 se emplea en aeropuertos e instalaciones singulares para la detección de posibles bombas nucleares.