Tras más de dos años de náuseas, espasmos y mucha angustia, España tiene por fin, de forma convenientemente acreditada, su primer tragasables, disciplina extrema que, si la cuestión a debate fuera otra, podría decirse que es el Everest de los faquires, pero visto en qué consiste, será mejor afirmar que es la Fosa de las Marianas de las artes escénicas. Lo ha logrado Jaime Oms, alias Fakir Testa, con una espada de 43 centímetros de hoja, más que suficiente, porque la Asociación Internacional de Tragasables (sí, lectores, esos existe) exige un mínimo de 38. Es de acero turolense. De momento, tal vez porque cuesta cogerle cariño a algo que te ha hecho sufrir, no le ha puesto nombre. Cuando lo haga, que no sea, por ejemplo, Excálibur, porque en este espectáculo es fundamental desclavar la espada. Desde que se lleva a cabo un cómputo más o menos exacto de incidentes con tragasables, o sea, desde finales del siglo XIX, ha muerto o sufrido irreversibles heridas uno de estos artistas cada cinco años.

El escritor Enric H. March, fuente siempre fiable cuando se sumerge en una historia, tiene previsto entrar en la imprenta próximamente un nuevo libro, un profundo buceo en los espectáculos locales de barraca y feria, y reconoce que efectivamente tal vez sea Oms el primer tragasables ibérico, porque aunque es cierto que se cuenta que el fakir Molist también logró esa hazaña, en ningún lugar está documentado que así fuera. Era Molist un tipo único, que saltaba atado a un barreño en llamas sin más protección que un bañador que no le tapaba ni el ombligo, un faquir de traca, pero parece que no engullía espadas. También se cuenta que por el barrio de La Bordeta se ganaba unas pesetas en los bares un tal Serinell con ese sobrecogedor número, pero de nuevo la ausencia de pruebas invita a recelar.

MURRAY MOLLOY

Total, que parece que sí, que Testa, que aún no ha presentado en público su nueva habilidad, pero que tres veces la ha mostrado en el estudio de grabación de EL PERIÓDICO, es el primer tragasables con denominación de origen en la península, Portugal incluido. Es cierto que en Murcia reside Murray Molloy, un consumado maestro en esta especialidad, pero él es realidad irlandés, o sea, que proviene de una cultura capaz de tragarse el Ulises de James Joyce como obra cumbre de su literatura, lo cual no le quita mérito a lo que hace, pero es extranjero y por eso no cuenta.

MEDICINA Y TRAGASABLES

Esto ha sido una historia de fracasos, cuenta Oms, con la hoja de la espada aún húmeda, puede incluso que con unas gotas de jugo gástrico en la punta. No es un detalle dicho al azar, escrito aquí por incomodar al lector, sino que tiene su razón de ser. El doctor Edward Stevens ha pasado a la historia como el primer científico que fue capaz de aislar los jugos gástricos en 1777, y lo logró, cosa que jamás escondió en sus conferencias, gracias a la inestimable ayuda de un tragasables. Este es un oficio que viene de muy lejos, de oriente, y de hace unos 4.000 años, según asegura la asociación mundial que agrupa a los poco más de 100 practicantes que hay en todo el mundo.

Todos ellos, se supone, han tenido que transitar por ese desalentador sendero de fracasos a los que hace referencia Oms, que hace dos años apenas se atrevía con la primera gran prueba, el paso del esfínter esofágico superior, un músculo que reacciona de forma involuntaria. Aprender a dominarlo es un todo un hito, pero eso le coloca a uno solo a la altura de Linda Lovelace. Más abajo está el esfínter esofágico inferior.

Lo común es tardar entre dos y 10 años en salvar todos los obstáculos y conocer los secretos de este oficio absolutamente autodidacta. Lo de ser tragasables es tan raro que, aunque parezca increíble, no hay tutoriales en youtube, habiéndolos como los hay de casi todo. Lo mejor es no intentarlo, y si esa no es la sabia decisión que se toma, conviene recordar los errores perpetrados por grandes artistas antecesores que, emborrachados por la fama, cometieron funestos errores, como dedicar una reverencia al público para agradecer el aplauso.

Jaime Oms, o, si se prefiere, el Fakir Testa, ya ha dejado atrás todo eso. Sopesa incluir el número de la espada en la próxima edición del Festival lArlequí de Mollet, a finales de mes. Será su estreno en público. Su técnica aún no es la del moldavo Alex Magala, cuya audición en la versión británica de Got Talent deberían abstenerse de visionar las almas sensibles. Tan boquiabierto deja al público que casi se podría decir que le deja listo para engullir una primera espada. Tampoco es Oms todavía la legendaria Edith Clifford, admirada por Houdini, tragasables en verdadero plural, pues, engullía hasta tres hojas simultáneamente y, si era una sola, de 60 centímetros. Pero, qué caray!, es de aquí y es el primero. Salud, Testa.