Algo extraño le puede empezar a suceder a la capa de ozono. Aunque la concentración en la atmósfera de los gases clorofluorocarbonos teóricamente debería estar reduciéndose a mayor ritmo, desde el año 2012 se ha activado una misteriosa fuente de emisiones, de origen desconocido, que ha frenado en un 50% la tasa de disminución de uno de estos gases en la atmósfera, el triclorofluorometano (CFC-11). Un estudio elaborado por científicos de la agencia meteorológica de EEUU, la NOAA, publicado en la revista científica Nature, sostiene que han aparecido «nuevas fuentes de producción» de este gas, el segundo más dañino de los productos que fueron identificados como los culpables de la creación del agujero en la capa de ozono que incrementó la exposición de la Tierra a los rayos ultravioletas.

La extensión máxima del agujero de la capa de ozono en el 2017 fue de 19,6 millones de kilómetros cuadrados, según los cálculos de la NASA y la NOAA, mientras que la media desde 1991 fue de 26 millones de kilómetros cuadrados. Una disminución que ha avanzado acompañando la reducción de la concentración de estos gases desde su prohibición pero que ahora se ve amenazada.

El estudio, liderado por el investigador Stephen Montzka, demuestra que aunque el efecto de las medidas contra el agujero de la capa de ozono llevó a una disminución constante de la concentración del CFC-11 entre los años 2002 y 2012, esta se ralentizó a partir de esa fecha. La variación detectada por el estudio se refiere solo al segundo gas más dañino de los regulados por el protocolo de Montreal, el triclorofluorometano (CFC-11), utilizado en la elaboración de espuma, desengrasantes y refrigeración, y no se ha señalado en cambio en los gases CFC-12 y CFC-13. La concentración geográfica de la presencia de este gas sugiere que las emisiones pueden estar produciéndose en Asia, probablemente en China, Mongolia o la península de Corea.

Según el modelo elaborado por los autores del estudio, los datos recogidos se explicarían por un incremento de las emisiones de CFC-11 de 13.000 toneladas métricas a partir del 2012 a pesar de que oficialmente la producción de este gas debería ser prácticamente de cero desde el año 2006. Las emisiones desprendidas por la espuma y maquinaria fabricada antes del 2006 y que contenía CFC-11 no son suficientes para explicar el fenómeno. El CFC-11 permanece en la naturaleza 50 años, pero procesos naturales eliminan de la atmósfera el 2% de este gas anualmente. Tampoco es suficiente que un proceso de producción poco riguroso de otros componentes esté generando CFC-11 como subproducto. Así que solo queda una explicación, la producción clandestina de este gas prohibido. Sus sustitutivos son más caros.

«Es la observación más sorprendente e inesperada que he hecho en mis 27 años de mediciones», dice el autor del estudio, Strephen Montzka, químico de la NOAA. «Estamos actuando como detectives de la atmósfera, intentando entender qué está sucediendo y por qué», añade. Según Ross Salawitch, científico atmosférico de la Universidad de Maryland no relacionado con el estudio, esta «producción clandestina», en caso de continuar, «podría amenazar la recuperación de la capa de ozono». «Es de importancia crítica que identifiquemos las causas de estas emisiones para tomar las acciones necesarias», opina el director ejecutivo del programa de Medio Ambiente de la ONU, Erik Solheim.