El mecanismo de acción es sencillo: la toxina del botulismo A (la más potente de las ocho que produce la bacteria Clostridium botulinum) inhibe la liberación de acetilcolina, el neurotransmisor que hace de transmisor entre el nervio y el músculo. Por eso paraliza los músculos. Al inyectarlo en la frente o alrededor de los ojos evita que aparezcan las arrugas inducidas por la mímica facial. Cuando el efecto de la toxina desciende, a partir del tercer mes, el cuerpo vuelve a segregar acetilcolina, con lo que reaparecen las arrugas y hay que volver a inyectarla.