Cada persona tiene una serie de percepciones, pensamientos y juicios interiorizados sobre ella misma. Son imágenes mentales que actúan como esquemas y que permiten hacerse una idea global de cómo es, qué lugar ocupa en el mundo, en su propia vida y las capacidades que tiene. Esas imágenes hablan tanto del físico como del manejo emocional o del desempeño social. Todo ello define y da forma a nuestra autoestima, un folio en blanco que tenemos al nacer y que se va llenando y completando a medida que crecemos. Nuestra educación, las relaciones afectivas que vivimos o las experiencias sufridas nos irán dando un autoconcepto y una autovaloración, siempre modificable.

Actualmente, el trabajo del desarrollo o de la psicoterapia se centra en fortalecer autoestimas que están dañadas. Otorgar unas nuevas y mejores herramientas, mejorar lo que se percibe de sí mismo y entrenarlo en la vida real. Sin embargo, también se parte en muchos casos de personas que sí tienen una autoestima elevada y que les permite desenvolverse en su vida tal y como está. En esos casos, y sabiendo que la vida no es lineal y que se sufren altibajos, lo que se hace es proteger la autoestima para que, dado el momento, pueda mantenerse casi intacta y ayudar a la persona a superar los diversos obstáculos que se vaya encontrando.

FORTALECERSE A UNO MISMO

La autoestima parte de cuatro premisas fundamentales que la definen: se modifica a lo largo de los años, no nacemos con ella así, se puede entrenar y todo lo que nos ocurre impacta en ella. De esta forma, en algunos casos, la persona vivirá con una autoestima perfecta. Son esas personas que han tenido una infancia tranquila, se han visto rodeada de aquello que necesitaban, han sido resilientes y han tenido experiencias de las que han sacado siempre un beneficio emocional. No significa que no haya habido problemas, sino que las habilidades que tenían han hecho que los supere y que la autoestima esté fuerte. Sin embargo, estas mismas personas deben ser conscientes de que no siempre la autoestima va a permanecer así. Obstáculos con los que no contábamos o situaciones a las que no sabemos hacer frente pueden llegar a dañarnos. Si nuestra autoestima estuviera fortalecida, podríamos superar todo eso sin problema, pero eso es algo que siempre hay que trabajar previamente.

¿Cómo puedo proteger mi autoestima para que me pueda ayudar en el futuro?

1. Reafirmarte

Ser asertivo es cuestión de establecer límites y decir que no. Esto no ocurre si unas veces nos dejamos invadir y otras protegemos nuestro espacio. La asertividad debe ser permanente y estable, independientemente del contexto y de la persona que tengamos enfrente.

2. Conocerte

Nos definen nuestros valores, nuestras emociones y nuestras herramientas, en cualquier momento y situación. Cuando estamos en una época buena, no tendemos a prestar atención a lo que llevamos dentro, simplemente vivimos. Sin embargo, es ahí donde debemos pararnos a mirar por dentro. Eso que veamos nos ayudará en los malos momentos.

3. Gratitud

La gratitud es una fortaleza que en los últimos años ha ido cobrando cada vez mayor interés científico. No es el acto en sí de dar las gracias, sino de saber ver y reconocer todo aquello bueno que hay en nuestra vida y que solemos dar por hecho, como la salud, tener una casa o poder ir a trabajar. Se ha descubierto que ayuda en episodios depresivos y nos permite centrar el foco en cosas felices, sin tener que ignorar las negativas.

La autoestima nos acompaña allá donde vamos. Es parte indispensable de cualquier persona y define lo que pensamos, sentimos o decimos. Todo pasa por ese filtro. Si está elevada, nuestra vida irá mejor, aunque eso puede hacer que nos confiemos y no las fortalezcamos, predisponiendo a un malestar futuro. Debemos cuidarla y mimarla también cuando estamos bien.

* Ángel Rull, psicólogo.