Se llama libertad de expresión y permite a todos los ciudadanos --mendigos, incluidos-- decir en voz alta lo que piensan. La boda no les gusta. Ni el boato. Ni la pompa. Ni la ostentación. Y lo han escrito en sus cartones. Es decir, sus casas.

Carmen María Rieger Reyes --Mayka para los amigos-- es una de los más de mil mendigos que viven en las calles de Madrid. Ella reside desde noviembre en el subterráneo de la plaza de Colón. Está "harta" del enlace de Felipe y Letizia. "No tengo nada en contra de la monarquía española. Al contrario, me gusta porque todos sus miembros son muy normales y no nos salen muy caros, pero lo de la boda me supera", se queja. "Por lo menos podían hacer como en la Edad Media y repartirnos las sobras del banquete", dice.

Mayka, devoradora de libros y diarios, leyó "en algún sitio" que el enlace real costará a las arcas del Estado 21 millones de euros. Ni corta ni perezosa, cogió un folio y escribió: "En nuestro nombre, paupérrimos del pasaje, os deseamos lo mejor". También utilizó el sarcasmo para quejarse de que no le había llegado una invitación.

Mayka, una madrileña de 50 años cuyo marido le quitó la autoestima a fuerza de palizas, está convencida de que el día de la boda nadie querrá ver mendigos en la calle. "Pues yo no me voy, que se fastidien", afirma. Alto y claro.