Cuando parece que las cosas no pueden ir a peor para los refugiados que intentan alcanzar Europa por mar o están a la espera en campos, los termómetros se derrumban a temperaturas bajo cero. Su periplo, ya de por sí largo y penoso, alcanza entonces cotas de dureza difíciles de superar. Lo constatan todas las oenegés que trabajan sobre el terreno; desde Proactiva Open Arms, pasando por Médicos Sin Fronteras (MSF), Oxfam Internacional y SOS Mediterranée, entre otras. Y, una vez más, mientras los cooperantes encienden todas sus alarmas, la ineficacia institucional queda en evidencia en toda su amplitud.

En medio de una Europa congelada, con temperaturas de hasta 30 grados bajo cero, tanto Grecia como los Balcanes, ven cómo las condiciones del colectivo rozan lo insoportable. Los gruesas capas de nieve amenazan con hundir las frágiles tiendas donde se refugian familias enteras.

Tres inmigrantes han muerto hasta el momento de frío en la frontera de Turquía con Bulgaria. Dos eran de nacionalidad iraquí y somalí, el tercero.

Los miembros del equipo de la oenegé Proactiva Open Arms, desplazados en el Mediterráneo Central y en la isla griega de Lesbos para continuar las labores de salvamento, han constatado este endurecimiento de las condiciones por las bajas temperaturas en el mar donde, sin ir más lejos, el pasado día 2 de enero, sacaron, a cinco grados negativos, a decenas de personas del agua frente a la costa griega.

Para aquellos que han logrado alcanzar tierra y empiezan otra etapa de espera en los campamentos de refugiados, las condiciones de vida están resultando extremadamente difíciles. El campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, donde la fuerte nevada hace casi impracticable la vida cotidiana, ilustra a la perfección la extrema dureza de las condiciones de vida.

En Moria, unas 2.500 personas viven en tiendas, sin agua caliente ni calefacción, alerta Médicos Sin Fronteras (MSF). En la isla se Samos, son 300 las personas que sufren las mismas penurias.

En total, hay 15.000 inmigrantes y refugiados repartidos por las islas griegas y allí bloqueados, desde que la UE firmó el acuerdo para devolverlos a Turquía.

Desde Médicos sin Fronteras, el llamamiento a las autoridades de Grecia y de los países de los Balcanes se repite: «La actuación negligente de los estados europeos ante las bajas temperaturas y la falta de preparación para afrontar el invierno están empeorando la insoportable situación de cientos de mujeres y niños que buscan protección en Europa». MSF Italia da cuenta a través de las redes sociales, por ejemplo, que muchos inmigrantes están a unos pasos de la congelación.

Oscar Camps, director de la oenegé Proactiva Open Arms, acaba de pisar tierra tras 15 días a bordo de la embarcación Golfo Azzurro -la que sustituye al Astral mientras se repara- donde ha pasado todas las pasadas fiestas navideñas en las labores de salvamento en el Mediterráneo central, frente a las costas libias. Otro equipo de la misma oenegé se encuentra en Lesbos (Grecia), donde se encuentran incomunicados por la nieve, que llega a alcanzar hasta los 30 centímetros, a temperaturas de 15 grados negativos.

EL «CINISMO» EUROPEO

Médicos Sin Fronteras (MSF) abunda en similares situaciones en las islas griegas. «Familias abandonadas bajo la nieve están pagando el precio del cinismo europeo», lamenta el jefe de misión de MSF en Grecia, Clement Perrin.

La sobreocupación y la falta de preparación para abordar lestar rerribles bajas temperaturas -asegura el cooperante de Médicos sin Fronteras- está generando graves riesgos para la salud de los refugiados. «Ninguna persona que busca protección huyendo de la guerra, la tortura y la violencia extrema debería ser abandonada en el frío», finaliza Clement Perrin.

Camps y su equipo, que han rescatado a un total de 112 personas frente a la costa libia durante la expedición que acaba de finalizar, detalla las condiciones difíciles en las que se encontraban. «Habían pasado un mínimo de 12 horas a la deriva y, de tardar más, nos hubiéramos tenido que enfrentar a dramas», relata el director de la oenegé.

«Nos pegamos al cuerpo bolsas de suero para que mantengan el calor», explica Camps al detallar cómo tratar los casos de hipotermia de los inmigrantes recién sacados del agua helada, para añadir: «Tras sacarles la ropa mojada y ponerles seca, abrimos una vía para introducir el suero tibio, que les ayuda a entrar en calor, además de mantas y la ayuda de los packs de calor químico».