Mujeres ataviadas con túnicas rojas y sombreros blancos se adueñan de las calles de ciudades de todo el planeta. La escena no es casual. El éxito de la adaptación televisiva del best-seller de la escritora canadiense Margaret Atwood, El cuento de la criada, que retrata un mundo distópico donde las mujeres son sometidas por una dictadura fundamentalista -al más puro estilo Estado Islámico, pero inspirada en la Biblia-, es la principal razón de esta curiosa tendencia. La rompedora estética de la ficción ha traspasado la pequeña pantalla y el icónico atuendo de la criada Defred, protagonista interpretada por la actriz Elisabeth Moss, está siendo adoptado como emblema de la revolución feminista alrededor del mundo.

Creada por el productor estadounidense Bruce Miller, la serie -que ha emitido en abierto Antena 3 y todavía ofrece la plataforma de pago HBO- permite identificar fácilmente a sus personajes, quienes viven inmersos en una especie de estratificación social utilitarista. En el caso de las mujeres, estas se dividen en grupos sociales que se diferencian por el color de sus vestidos/uniformes. Y con el que ha empatizado estéticamente el movimiento feminista ha sido con el color escarlata y, claro está, con el papel que ejercen unas criadas esclavizadas.

En la ficción, estas mujeres son obligadas a entregar su cuerpo -todavía fértil- al servicio de la élite social en pos de un bien común: la procreación. Sumisas y coaccionadas por un régimen totalitarista, las criadas son violadas en un ritual ceremonioso con tal de asegurar el futuro de la especie humana, que vive en un mundo asolado por la contaminación que ha provocado una pandemia de infertilidad.

A raíz de la repercusión social que está generando la serie, la propia autora del libro en el que se inspira ha reflexionado sobre las connotaciones implícitas que se están atribuyendo a sus personajes y vestimentas. «Nadie puede acusarlas de impúdicas: están bien cubiertas. Pero cualquiera que vea a uno de estos grupos de mujeres entiende perfectamente lo que quieren decir con su protesta», explicó Atwood en una entrevista para el diario británico The Guardian, donde también detalló que el disfraz de criada se está usando debido a su flexibilidad y potencia visual, que permite a las mujeres protestar en lugares donde no tienen voz.

DE IRLANDA A ARGENTINA

La serie se estrenó en abril del 2017. Y la primera vez que apareció este tipo de performance fue dos meses después, durante la campaña por la reforma de la ley del aborto en Irlanda del Norte. El 26 de mayo de 2017, el referéndum contra la octava enmienda de la Constitución irlandesa terminó aprobándose con un 66,4% de los votos a favor. Un resultado histórico que reforzó, todavía más, el papel de las activistas que usaron el código cromático de El cuento de la criada como símbolo de la lucha feminista.

A FAVOR DEL ‘OBAMACARE’

El argumento más extendido entre las mujeres que visten la túnica roja y el sombrero blanco es que no quieren que un Estado las haga sentir como «meros recipientes o incubadoras». En EEUU, el país donde más ha crecido esta tendencia estética y reivindicativa, la imagen se ha podido ver incluso dentro de edificios gubernamentales y es ya una muestra habitual de resistencia ante las políticas conservadoras del presidente de EEUU, Donald Trump.

Uno de los momentos más significativos de estas manifestaciones se produjo en junio del 2017, en Washington, cuando un grupo de mujeres vestidas con el atuendo de criada se plantaron frente al Capitolio. En aquel momento, el Senado estadounidense debatía una reforma sanitaria que pretendía reemplazar el Obamacare y dejar sin financiación al programa Planned Parenthood, las clínicas de planificación federal que atienden a la población más desfavorecida. Ese mismo mes, las criadas también se personaron en el Parlamento de Ohio, donde se debatía sobre la posibilidad de ilegalizar el aborto por «dilatación y evacuación», que es que se realiza a partir de las 12 semanas de embarazo.

Este tipo de protestas simbólicas también se han extendido a otros lugares, como el Reino Unido y Argentina, aunque no siempre han fructificado. El pasado jueves, 9 de agosto, el Senado argentino tumbó -para desgracia del movimiento feminista- la despenalización del aborto. Desde el año 1921, esta es una práctica penada con hasta cuatro años de cárcel en el país sudamericano, que sigue lejos de convertirse en esa «Argentina abierta» que tanto proclama el presidente Mauricio Macri.

Atwood se implicó personalmente en este caso, ya que la dictadura militar que sufrió Argentina en el siglo XX fue fuente de inspiración para su obra. «¿En qué clase de país queréis vivir? ¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo, o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es eclavizada?», preguntó la escritora a los argentinos, un mes antes de la deliberación del Senado, en una carta abierta publicada por el diario argentino Uno.

En su misiva, Atwood recordó que las libertades civiles y los derechos conquistados por las mujeres a lo largo de la últimas décadas peligran constantemente.