Rodrigo Lanza, de origen chileno, fue condenado junto a otros nueve jóvenes tras ser acusados de lanzar una piedra contra un policía local durante un altercado en una casa okupa en Barcelona en el 2006. Cumplió la condena íntegra y se le negó cualquier beneficio penitenciario. El documental Ciutat morta desvela las irregularidades del caso y denuncia un supuesto montaje policial. En la actualidad reside en Zaragoza.

--¿Cómo valora la repercusión mediática que ha obtenido el documental Ciutat morta?

--La verdad es que no me lo esperaba. Todavía estoy un poco emocionado, aunque en estos momentos no sabría explicar lo que siento. Todavía no me lo creo mucho. Llevamos nueve años denunciando el caso y esta es la primera vez que se nos escucha.

--¿Tienen esperanzas de que la fiscalía reabra el caso?

--En estos momentos tenemos muchas dudas de que eso pueda suceder, aunque tienen la capacidad de hacerlo. Además de que existe la posibilidad de que testifique la persona que lanzó la maceta no podemos olvidar que en el proceso se han producido múltiples irregularidades. Existen muchos más factores que podrían reabrir el caso, como la declaración del alcalde Joan Clos explicando el informe que habla de la maceta y otras cuestiones. Con todos esos datos se podría reabrir el caso o revisar la sentencia. No entendemos cómo no se ha producido ya: igual no interesa.

--El apoyo social sí que lo han logrado...

--Creo que ha sido algo brutal: caminando por la calle la gente me para para transmitirme que están muy indignados. Es algo que me llena mucho más que cualquier cosa que se pueda decir en un juzgado, aunque en un sentido práctico es importante que se me quite esta carga y una culpabilidad que no es mía.

--¿Cómo ha sido su vida tras pasar por prisión?

--He intentado que mi vida sea lo más normal posible, pero realmente es muy complicado recobrar una vida después de tanto, tanto y tanto. Yo entré en la cárcel con 21 años y salí con 28. Ha sido muy duro para mí y para mi familia, especialmente para mi madre. También para mi pareja, que ha salido muy perjudicada. Pero hemos seguido adelante lo mejor posible, aunque es complicado. Quizá en lo que más me ha afectado es que ahora no puedo ver casos de injusticia sin sentirlos también como míos. Ahora me cuestiono muchas más cosas de las que me cuestionaba antes.

--¿Qué le ha supuesto enfrentarse a estas acusaciones?

--Económicamente es muy duro pagarse la justicia ya que antes de todo esto estaba estudiando y tenía trabajo. Ahora me veo sin estudios, con antecedentes, nadie me contrata y con una responsabilidad civil de más de millón y medio de euros.

--¿Por qué decidió instalarse en Zaragoza después del proceso?

--Fue una ciudad elegida bastante al azar. Después de los primeros años que pasé en preventivo llegué a Zaragoza simplemente porque con mi pareja de entonces cogimos un mapa de España, pusimos un dedo encima, y salió esta ciudad. Después me quedé por la gente. Realmente encontré un gran grupo de apoyo y he hecho amistades con muchas personas. Me gustó el ambiente de Zaragoza y poco a poco me fui enamorando de su gente.

--¿Está implicado en los movimientos sociales de la ciudad?

--Nunca he ocultado mi participación en los movimientos sociales, okupas y de barrio. De hecho, este domingo he participado en Radio Topo y siempre colaboro en todas las propuestas que nos permitan abrir la mente y cambiar las cosas.

--¿Ha recibido apoyo durante su etapa en la cárcel o para difundir el documental?

--Siempre se han portado muy bien, aunque he de precisar que he recibido el apoyo de un sector bastante reducido y específico de la sociedad zaragozana. El documental tuvo un pase en el centro social okupado Kike Mur, aunque no tuvo gran repercusión. El interés se ha generalizado con su emisión en el segundo canal de la televisión catalana. Esto tiene que servir para que se nos escuche de vez en cuando y se ponga en duda la versión oficial de las cosas, que no siempre son como nos las cuentan.

--¿Cómo fue su relación con Patricia Heras? En el documental se emociona recordando su suicidio.

--La noche de la detención, en la furgoneta policial, estuvimos frente a frente y me quedé con su imagen: empaticé mucho con su situación. Después la conocí durante el proceso de casación, cuando hablamos y nos ofrecimos apoyo mutuo. Una vez en prisión mantuvimos mucha correspondencia. Después del suicidio yo he aprendido a conocerla a través de sus amigas y su entorno más cercano, que se ha acercado a nosotros a partir del proceso Desmontaje 4F. La he conocido poco pero puedo decir que la he conocido bien. Yo leo las cosas que ha escrito y las siento como mías.