Hay una primera clase, la segunda y la económica, como en los aviones. Luego están los servicios optativos: agua, pan, una lata de atún, un salvavidas e incluso un teléfono satélite equipado con GPS y Google Maps. Cada comodidad añadida se paga aparte y para algunas, como el salvavidas, no vale el regateo: 200 euros por individuo, sea un adulto, una mujer embarazada o un niño de 10 años. La tranquilidad de que en medio del Mediterráneo haya buques oficiales esperando a inmigrantes clandestinos y refugiados de las guerras ha agudizado el ingenio de los traficantes de personas que huyen de la miseria o las guerras africanas hacia Europa.

Kharim El-Hamdi, es tunecino y tiene 33 años. Ha explicado que estaba tomando un té en un bar cuando le ofrecieron llevar "mercancía" hacia Sicilia y embarcarla en las naves de la Armada italiana de la operación Mare Nostrum, que esperan en aguas internacionales. Kharim regateó hasta que le ofrecieron 1.500 dólares (1.000 euros) por el servicio y subió al pesquero. Esperó que los traficantes lo llenasen --la operación puede durar varios días hasta abarrotar la barca-- y zarpó. Fue salvado en alta mar por los marinos italianos y conducido a Pozzallo (Sicilia). Él regateó con las autoridades. "Soy yo el comandante de la barcaza, os cuento cómo funciona y me rebajáis la pena", propuso.

SIRIOS ACOMODADOS

Cada barco proporciona entre 400.000 y un millón de euros a los traficantes. Los clientes pagan la tarifa base de entre 1.500 y 2.000 euros por el trasladado desde un campo de refugiados en Jordania hasta Egipto, para pasar luego a Libia. O por partir de Eritrea o Etiopía, subir por Sudán y alcanzar Libia. Los más numerosos ahora son los sirios, gente acomodada que con frecuencia viaja en familias, por lo que pagan unos 2.500 euros por cabeza. Según el ministro del Interior italiano, solo en los primeros cinco meses de este año han llegado así 40.000 personas, equivalente a las que entraron en todo 2013. La mayoría son aspirantes a refugiados, porque huyen de guerras o dictaduras. Según Eurostat, en el 2013 se presentaron en Europa 435.000 peticiones de asilo político, el 70% de las cuales en cinco países (Alemania, Francia, Suecia, Gran Bretaña e Italia). Al final de la criba, 213.580 fueron rechazadas. De las 25.245 peticiones que hubo en Italia, 9.060 fueron rechazadas.

En Libia los indocumentados que esperan la hora X deben pagar de nuevo otros 1.500 o 2.000 euros por subir a la barcaza y luego elegir los servicios optativos, que oscilan cada uno entre los 200 y los 300 euros. La primera clase permite escoger un puesto en la cubierta, sea contra sol o contra viento, circunstancia importante para llegar más o menos indemne hasta el final del viaje. En clase económica, se obtiene un puesto de pie en la bodega, donde el motor despide hedores tóxicos.

En el 2013, murieron en el mar 801 personas, 590 en el 2012 y 2.352 en el 2011, el año de las primaveras árabes. La oenegé Fortress Europe cifra en 19.720 las víctimas identificadas desde 1988 hasta hoy. Una vez salvados, el viaje no termina, porque el todo incluído comprende el destino final, que no suele ser Italia. En Sicilia son internados en un centro de acogida. La mayoría rechazan ser identificados, otros muchos escapan y son recogidos por los operadores mafiosos del viaje, que los llevan a destino. Otros empiezan a subir la península andando, viajando en remolques de camiones o en trenes de mercancías.

Siempre mejor que la odisea de Asir, que se pateó desde su casa en Afganistán hasta Libia y ahora trabaja como intérprete en Roma. En comparación, lo de Ulises y su Ítaca fue un paseo.