No pueden votar, tampoco comprar alcohol, ni conducir un coche; algunas duermen todavía junto a un viejo muñeco de peluche, pero todas han sufrido explotación sexual, han sido esclavizadas por las redes de trata de mujeres, forzadas a tener sexo con adultos. Las menores prostituidas en España son una realidad invisible que crece cada año sin que existan datos oficiales sobre ellas. Rocío Mora, la directora de Apramp, la única oenegé que hace un estudio sobre el terreno y tiene una casa de acogida solo para esas niñas rescatadas, asegura que «una menor de edad esclavizada sexualmente, genera muchísimo dinero para las mafias. Pueden obligarlas a hacer 20 servicios al día, y cobran unos 40 euros por servicio. Están disponibles las 24 horas, a demanda».

Mora afirma que «en España se paga más por las menores, cada vez por niñas más jóvenes». «Ya hemos visto casos de 14 años. Y aún se cotiza más el asunto de la virginidad; que afecta sobre todo a menores rumanas y nigerianas. Forman parte de un negocio muy lucrativo. Los puteros en España piden cada vez gente más joven, más vulnerable». Ayer mismo, la Policía Nacional liberó a una niña nigeriana de 15 años que estaba siendo explotada en Málaga, junto a otras cinco mujeres ya mayores. En la operación se detuvo a 11 personas.

Las voluntarias y mediadoras de Apramp, muchas de ellas mujeres prostituidas que fueron rescatadas, entrevistan a cientos de chicas explotadas cada año. En el 2018 lo hicieron con 832 adultas. De ellas, 540 aseguraron que habían empezado en esa siniestra industria cuando eran adolescentes. Es decir, casi el 65% de esas mujeres explotadas aún hoy empezaron a serlo cuando tenían menos de 18 años. El porcentaje va creciendo cada año. En el 2017, las mujeres prostituidas que habían empezado siendo menores fue el 64,5%; un año antes, las entrevistas con las mujeres atrapadas en esas redes revelaron que habían empezado siendo menores el 61,9%.

INVISIBLES

Las menores víctimas de trata sexual son «invisibles», dice Mora, y son «la punta del iceberg», según explicó el fiscal coordinador de Extranjería, Julián Sánchez Covisa. Los últimos datos oficiales, del año 2015, recogían que 45 niñas habían sido obligadas a prostituirse en España, nueve más que el año anterior. Estiman que el 4% o el 5% de las mujeres víctimas de explotación sexual en nuestro país son menores de edad. Pero son números engañosos. Solo en Madrid, Apramp detectó y entrevistó en el 2018 a 51 menores de edad que estaban siendo explotadas sexualmente. No existen programas específicos para ellas, que acaban siendo devueltas a sus familias -que en algunos casos son los que las prostituyen o venden a la red- o ingresadas en centros de menores con los menas. Allí son localizadas muchas veces por sus proxenetas, que vuelven a reclutarlas.

«Las mafias solo nos dejan ver a las mujeres mayores de edad», añade Mora. Y explica que, a diferencia de los menas, los menores extranjeros no acompañados, esas niñas serían mesas (menores extranjeras siempre acompañadas), pero solo por gente de la red que las explota, para su desgracia. «Siempre hay alguien que las acompaña en España. Puede ser una tía, una prima, incluso su madre. Así consiguen pasar desapercibidas». Un veterano inspector de la Policía Nacional coincide: «Las menores víctimas de trata sexual no están en los clubs, porque se las ve, y los proxenetas pueden ir a prisión. Las ocultan en pisos, en sitios más privados, se ofrecen a amigos y a gente de mucha confianza». Los informes de Apramp concluyen que «la prostitución infantil se publicita en la calle, en restaurantes, bares de karaoke, discotecas, locales de masaje, hoteles y pisos privados, y utiliza internet como medio de captación y difusión».

Mora y su organización han rescatado en los últimos diez años a 52 menores que ejercían la prostitución en España. Estudian y perfilan quiénes son esas niñas y elaboran una memoria anual «a pie de calle» con los datos que consiguen. Este año han abierto una casa de acogida en Madrid, donde ahora viven, se recuperan y estudian dos de las últimas niñas a las que ayudaron, una nigeriana y otra rumana. «Es muy fácil traer menores de Rumanía. No hay fronteras, vienen en autobús. Hemos visto casos de padres que venden la virginidad de sus hijas a los traficantes de personas por 4.000 o 5.000 euros y se quitan una boca que alimentar», dice el investigador del CNP.