Ser niña no es fácil. Ni aquí ni en el resto del mundo. Las niñas por el mero hecho de serlo se enfrentan a diario a la discriminación y a la violencia. Su género y su edad las convierte en la población más vulnerable. Si además concurren en ellas otras características como tener alguna discapacidad o pertenecer a una minoría étnica, ser niña pasa a ser casi un peligro. En todo el mundo 62 millones de niñas no tienen acceso a la educación, niñas que crecen sin la oportunidad de desarrollar todo su potencial, niñas que no podrán tener el futuro que deseen. Cada año 12 millones de niñas son obligadas a casarse, obligadas a dejar de ser niñas, obligadas a ser madres cuando aún no estan preparadas, con partos que ponen en riesgo sus vidas. Más de 200 millones de niñas y mujeres vivas hoy han sufrido mutilación genital femenina. Dos de cada tres menores víctimas de trata de personas son niñas…

Ser niña no es fácil. No lo es. Tampoco en España. No sólo porque la sociedad en la que vivimos no está adaptada a las necesidades, tiempos y derechos de la infancia, sino porque la desigualdad de género se empieza a notar pronto y esto puede determinar toda la vida de una niña.

Una niña en España tendrá más posibilidades de sufrir abusos sexuales durante su infancia en su entorno familiar. Si además esa niña tiene una discapacidad, su posibilidad de ser víctima de violencia aumentará de forma considerable, especialmente si ha sido esterilizada en contra de su voluntad. Además, tendrá más posibilidades de sufrir acoso escolar en el colegio, especialmente acoso psicológico y emocional. Cuando llegue a la adolescencia, tendrá más posibilidades de entrar en dinámicas marcadas por la violencia de género con su pareja, y normalizará actitudes machistas y de control por parte de su novio. En algunos ámbitos y grupos culturales, el hecho de ser mujer, aunque aún tenga menos de 18 años, la hará ser víctima de formas de violencia específica a su género, como la mutilación genital o el matrimonio forzado.

Ser niña no es fácil porque a pesar de ir mejor en la escuela y sacar mejores notas que sus compañeros chicos, la decisión que tome respecto a qué carrera seguir dependerá más de los ejemplos y roles de género que haya visto que de su auténtica capacidad o intereses. Además, aunque tenga más probabilidades de tener estudios universitarios, su salario será más bajo que el de sus compañeros.

Ser niña no es fácil porque, aunque la pobreza tiene un efecto similar en niños y niñas, según van creciendo, las diferencias aumentan. Las niñas que están en situación de pobreza o exclusión, crecerán y, cuando sean mujeres trabajadoras, ocuparán puestos de trabajo más precarios, con mayor temporalidad y peor remunerados, a menudo en el sector de los cuidados. Si, además, esas niñas cuando crezcan se convierten en madres solas, su probabilidad de ser un hogar pobre se duplicará.

Ser niña no es fácil, y si esa niña es migrante y está sola en España, aún lo es menos porque lo más probable es que sea víctima de trata de personas. El objetivo de que la hayan traído a España puede haber sido bien para cometer actividades delictivas, bien para un matrimonio forzado o, lo más probable, para ser explotada sexualmente. Si por algún motivo España se viese envuelta en un conflicto armado, las niñas, como en cualquier otra parte del mundo, serían más vulnerables a la violencia sexual, la esclavitud sexual, el matrimonio infantil y los embarazos precoces.

Ser niña no es fácil, pero tendría que serlo, porque las niñas tienen derecho a ser niñas. Por eso necesitamos luchar por una sociedad libre de desigualdades de género. Por una sociedad en que las niñas puedan vivir su infancia y cumplir sus sueños. Por una sociedad en la que no haga falta que exista un día para reivindicar los derechos de las niñas.