La mayoría de las palabras que describen a una persona excepcional y capaz de sobreponerse a cualquier adversidad podrían aplicarse a Javier García Pajares: fortaleza, inteligencia, determinación, ejemplo de superación, y muchas más. Con 28 años y una sordoceguera que derrumbó su mundo a partir de los 12 años, ha logrado superar uno de los mayores golpes, en forma de enfermedad, que te puede deparar el destino. De hecho, el Gobierno le ha concedido el Premio Nacional de Juventud 2019, en la categoría del deporte, por el proyecto Un mundo con sentido, un blog en el que cuenta sus experiencias vitales desde el punto de vista de la superación sin límites.

Entre esas experiencias destaca la iniciativa Quiero tocar el cielo a través de la cual, el año pasado, Javier -natural de Plasencia (Cáceres) y residente en Madrid, donde vive solo y sin necesidad de ayuda salvo para ir al médico o hacer algún trámite- subió y coronó más de 16 cimas, 9 de ellas de más de 4.000 metros de altura, demostrado así que las barreras físicas y psicológicas se pueden romper, en una hazaña que puede servir de paradigma para otras personas con discapacidad. En España se calcula que hay 6.000 personas sordociegas.

Para Javier, el montañismo fue uno de los antídotos que le ayudaron a salir del aislamiento que le provocó su brutal enfermedad, ya que en cosa de dos o tres años vio cómo perdía el oído y prácticamente toda la visión y, tras sufrir el cruel y duro acoso escolar al que algunos profesores y alumnos someten a los diferentes, se encerró en su casa. Sus amigos, su vida, su forma de comunicarse con el entorno, todo se evaporó en poco tiempo. Pero su padre lo apuntó a la ONCE y allí su vida dio un giro cuando conoció a José Antonio García Regaña, psicólogo de la organización y presidente de la Federación Extremeña de Montaña, quien le animó a practicar este deporte y demostrar que podía llegar hasta donde se propusiese.

OPTIMISMO VITAL / Javier se contagió de ese espíritu optimista y ahora minimiza los años duros. En una entrevista con EL PERIÓDICO en la sede de Ilunion, del grupo ONCE, donde trabaja como asesor jurídico, explica que «fue un tiempo complicado, pero lo importante es que de todo se sale y, aunque la vida a veces te da golpes duros, puedes salir adelante y conseguir aquello que te propones si hay personas dispuestas a apoyarte», como en su caso fue José Antonio, quien actualmente es una pieza fundamental del equipo que le ayuda a coronar montañas.

Ambos van de la mano y el presidente de la federación de montaña, según coloca su extremidad, le avisa tocándole si no hay peligro, si hay que ir con precaución, saltar... y así hasta las cimas, no sin esfuerzo, según relata: «A veces es muy difícil, uno está agotado, parece que no puede más, pero sigues adelante porque tienes un equipo que son geniales y cuando llego arriba percibo la alegría de todos».

Este año, su reto personal se titula Abrazar las estrellas y además del montañismo contempla la práctica de otros deportes como el salto en paracaídas, que ya ha efectuado y «fue perfecto, una experiencia increíble».

Pero su trayectoria no solo despunta en el ámbito deportivo. Tras pasar un tiempo en un internado de la ONCE, aprender braile y a comunicarse por el lenguaje dactilológico (un signo por cada letra que se trasmite en la palma de la mano), se graduó en el doble grado de Derecho y Dirección de Empresas en la Universidad Autónoma de Madrid. Y, otro de los hitos de su vida, aprendió inglés sin oírlo, para llegar así a ser el primer sordociego en participar en un programa de Erasmus, en su caso en Londres.

La entrevista se efectúa gracias a una intérprete, Cristina, de la Federación de Asociaciones de Personas Sordociegas FASOCIDE- le propuso para el Premio Nacional de Juventud-, quien le tradujo al lenguaje dactilológico las preguntas. Sin perder en ningún momento la sonrisa, Javier aclara que circula en internet que aprendió inglés en 54 horas. «Es falso», señala. De hecho le rechazaron en varias academias porque les parecía «raro» que un sordociego se propusiera aprender otro idioma. Hasta que encontró a una profesora, Alex, también psicóloga, quien le enseñó escribiendo las palabras en inglés en el ordenador y su pronunciación y el sistema lo traducía al braile.

educación integradora / En uno de sus viajes al Reino Unido, una compañía aérea le impidió volar solo debido a su sordoceguera y emprendió una lucha que dio como resultado que la Comisión Europea aprobara un código de conducta contra la discriminación de los pasajeros con discapacidad.

En cuanto al debate en torno a si los discapacitados deberían estudiar o no en colegios ordinarios con los recursos necesarios, Javier opina que depende de cada caso, pero lamenta que algunas personas no puedan formarse en centros comunes y acudan a colegios especiales porque los primeros carecen del personal y el material necesario.

La semana próxima tiene previsto viajar hasta Rusia, a subir el monte Elbrus, el más alto de Europa. Sus planes no tienen fin. Salvo el Everest, «hay demasiada cola», señala con sorna.