Lograr un hígado apto para trasplantes y conservarlo en buen estado antes de llegar al receptor no es tarea fácil. Una vez extraído, lo que se hace normalmente es mantenerlo con hielo a 4ºC. Sin embargo, ralentizar el metabolismo del hígado puede acabar dañándolo e inutilizándolo, un grave problema si se tienen en un cuenta las largas listas de espera.

Ahora, un estudio encabezado por investigadores de la Universidad de Oxford confirma que la conservación a temperatura corporal (37ºC) mediante el uso de máquinas de perfusión normotérmica -un equipo para mantener el órgano en actividad- frena el deterioro del hígado y aumenta por tanto la disponibilidad para trasplantes.

Los investigadores coordinados por David Nasralla compararon el comportamiento de 120 hígados conservados a temperatura corporal frente a 100 refrigerados. Y el resultado no dejó lugar a dudas: hubo una reducción del 50% en el daño que sufre el órgano trasplantado. Los detalles del estudio se han publicado en la revista científica Nature.

En el caso de los hígados conservados a temperatura corporal, «fueron mejores los niveles de aspartato aminotransferasa, una enzima que se usa comúnmente para evaluar el daño hepático y para estimar el riesgo de falla del trasplante», destaca Stefan Schneeberger, profesor de la Universidad Médica de Innsbruck (Austria), en un comentario en la misma revista. Además, un año después de haberse sometido a la operación, los individuos no mostraban diferencias significativas en cuanto a complicaciones en el conducto biliar o tasas de supervivencia.