El huracán Iván despertó ayer al occidente de Cuba con ligeras lluvias, pero desde el mediodía descargó vientos huracanados, precipitaciones intensas y penetraciones de mar en la costa. El desvío de su trayectoria hacia el canal de Yucatán (México) libró a La Habana de su azote directo, pero la fuerza de los vientos a mediodía superaban en algunos puntos los 126 kilómetros por hora. Los aguaceros llegaron hasta la capital y se mantuvieron hasta entrada la noche.

La capital isleña parecía una ciudad fantasma. "Tengo miedo. Esto es muy grande, nunca había visto algo así", comentaba una veterana enfermera habanera que se mantiene de guardia en el hospital. Pocos se atrevían a transitar por las calles, entre ellos los conductores de camionetas, que recordaban por megafonía las recomendaciones de las autoridades.

El presidente, Fidel Castro, se desplazó hasta el centro de mando de la provincia de Pinar del Río, de 730.000 habitantes, para supervisar los preparativos allí donde el impacto del ciclón se preveía mucho mayor. Unas 250.000 personas han sido evacuadas en esa zona. Los habitantes de varios poblados costeros han sido también obligados a abandonar el área."En Cortes, el mar ha penetrado 35 metros tierra adentro", informó por la televisión el meteorólogo José Rubiera.

Iván se desplaza lentamente, a 13 kilómetros por hora, con vientos sostenidos de 260 kilómetros por hora en un diámetro de 300 kilómetros, pero extiende la influencia de sus bandas a unos 600 kilómetros.

"Mantenemos la evacuación de las personas", declaró el responsable municipal del pueblo de Batabanó, al sur de La Habana, que sufría los embates de las olas y veía como algunas carreteras costeras se llenaban de escombros y corales.

Sin embargo, las provincias del centro al oriente comenzaban a recuperar la normalidad. "Estamos atentos y listos para acudir a ayudar a nuestros compatriotas de Pinar del Río o donde nos envíen", afirmaba un trabajador de la empresa eléctrica. Se esperaba que el peor momento fuera entre las cinco y las siete de la tarde (entre las once de la noche de ayer y la una de la madrugada en España).

A su paso por las islas Caimán arrancó árboles, levantó tejados, inundó viviendas. Y no sólo construcciones pobres, porque el territorio británico es un paraíso fiscal y alberga lujosas mansiones que no soportaron la magnitud 5, la máxima de la escala.

Donnie Ebanks, vicepresidente de la Comisión Nacional de Huracanes del territorio, aseguró: "Entre una cuarta parte y la mitad de las 15.000 casas del país registraron daños". "El agua venía muy alta y me arrancó al niño de las manos", relataba, llorosa, una mujer de las Caimán que aguantó ocho horas aferrada a un árbol.