El sistema que tenemos para categorizar las emociones, las divide en positivas y negativas, lo que lleva a una discriminación entre las que queremos sentir y las que preferiríamos erradicar de nuestra vida. Esta concepción es errónea y nos llevaría al fracaso personal y social. Todo aquello que sentimos tiene una función y nos permite alcanzar determinadas estructuras en nuestra vida. Sí es cierto que lo que nos hacen sentir estas emociones puede ser positivo o negativo, bienestar o malestar, pero con el fin de que lleguemos a una plenitud posterior. El miedo es una de las emociones que más querríamos olvidar y hacer que nunca la sintiéramos. Olvidamos, de esta forma, todo lo positivo que sí nos puede ofrecer y lo que nos permitiría alcanzar.

El miedo es la emoción que se vincula a la seguridad, ya que es la estructura que persigue. Nos ayuda a mirar si en el futuro algo podría generarnos malestar o suponen un peligro, actuando en el momento presente para que eso no llegue a ocurrir. Anticipa los riesgos y coloca los límites. La asertividad o el saber decir que "no", actuarían desde esta emoción. Pero también a la hora de tomar decisiones podemos usarla de forma constructiva.

Un mejor futuro

Tendemos a asociar el miedo con quedarnos bloqueados, hacernos pequeños o sufrir ansiedad. Una emoción que nos desborda y sobre la que no tenemos control. Observamos que lo que nos hace es sufrir por cosas que aún no han ocurrido y no sabemos si al final ocurrirán. Es, por tanto, una sensación capaz de predecir el futuro mediante cálculos mentales. Si aparece cuando no queremos y acaba bloqueándonos, también podríamos usarla a nuestro favor y que nos ayudase a hacer una hoja de ruta, ver lo que ocurriría a la hora de tomar una decisión o poner límites de forma anticipada para evitar esos peligros. Como toda emoción, busca algo en nosotros, que en este caso es la seguridad, por lo que podemos usarla de forma deliberada.

La toma de decisiones es algo que suele costarnos especial trabajo, sobre todo si es una decisión que va a cambiar parte de nuestra vida. Elegir entre un trabajo u otro, mudarnos de casa o saber qué carrera vamos a hacer son decisiones que van a delimitar nuestro camino durante un largo periodo de tiempo. Ante esto aparece el miedo, sin que caigamos en la cuenta de que es una emoción necesaria y útil, que podría ayudarnos en esta toma de decisiones. Y, como va a seguir apareciendo, lo mejor para nosotros sería usarla para ayudarnos.

A través del siguiente ejercicio podremos usar la emoción del miedo para tomar mejores decisiones:

1. Traza el camino

Lo primero que debemos hacer es, en un folio en blanco, colocar al principio la situación en la que nos encontramos, describiéndola con todo detalle, y al final las dos o más alternativas que alcanzaríamos.

2. Mira al futuro

Haz una descripción de las dos o más alternativas imaginando cómo sería de forma positiva y negativa tu vida de haber escogido cada una de ellas.

3. Amenazas

¿Cuáles son las amenazas de tomar una decisión? ¿Hay algo que podamos perder? Coloca en el folio todos aquellos obstáculos que puedan aparecer y mecanismos para superarlos.

4. Satisfacción

Evaluado el punto inicial, los diferentes finales y cómo superar todos los obstáculos, vuelve a coger las alternativas y puntúa de 1 a 10 cuánto te compensaría haber escogido esa alternativa con todos los obstáculos que habrías superado por el camino.

Ninguna de nuestras emociones debería categorizarse como negativas, ya que tienen siempre la función de hacer que a medio o largo plazo nos sintamos mejor. El miedo, en este caso, nos ayuda a anticipar amenazas y establecer límites de seguridad, lo cual puede ser muy útil a la hora de tomar decisiones. Solo tenemos que saber cómo usarlo.

* Ángel Rull, psicólogo.