orrijas, salmorejo, ensaladilla rusa, paella o pollo en pepitoria son algunas de las recetas que transportan los militares españoles desplazados en el Líbano a través del programa humanitario Sancho Panza.

Para ello, tienen que tener en cuenta el "Halal", un concepto imprescindible a la hora de preparar el recetario. Las migas se ven obligadas a cambiar para no introducir cerdo, así como muchas otras comidas con el objetivo de no utilizar alimentos prohibidos en la religión islámica.

Hecho que no supone ningún problema para unos militares que ante todo buscan ser "respetuosos con su tradición (musulmana) y su forma de pensar", como explica el general José Conde de Arjona en una entrevista con Efe.

"La música de fondo -dice- son las carcajadas" en una cocina en la que la comida sirve para superar las barreras y unir a la población civil con los militares españoles que acuden al país, a través de un intercambio gastronómico en el que los españoles muestran su gastronomía y los estudiantes libaneses de hostelería hacen lo propio.

Batir la reticencia presente en cierta parte de la población libanesa fue uno de los objetivos de un programa que pretende establecer lazos con los civiles ya que antes, recuerda, "se llevaban bien contigo pero eran un poco reticentes a establecer una relación sincera y cordial".

El proyecto Sancho Panza comenzó a desarrollarse en 2015 y desde entonces decenas de militares voluntarios han pasado por las cocinas de las escuelas libanesas para realizar el pertinente intercambio gastronómico con los alumnos.

Durante la pasada edición, la formación impartida por ESAH (perteneciente al grupo San Valero) se realizó en las instalaciones de la Academia General Militar de Zaragoza, hecho que permitió que se ampliase el número de participantes alcanzando 18 voluntarios.

En anteriores ediciones, debido a las dimensiones de las instalaciones en las que se impartían los cursos, los grupos contaban con entre 12 y 14 militares que participaban en el intercambio.

La situación de igualdad en la que se encuentran tanto los militares como los civiles libaneses ante los fogones ha sido uno de los grandes éxitos del proyecto al no darse una situación de superioridad.

Esta forma de interactuar "a ellos les hace sentirse iguales" porque también "nos enseñan a nosotros", reconoce el general.

De esta manera, los militares han descubierto una cocina "sabrosísima" caracterizada por una condimentación diferente: el uso de "especias del campo" y que, resalta, "se basa mucho en hierbas y especias".

Así, los militares españoles protagonizan dos veces a la semana este intercambio gastronómico en Marjayoun (de mayoría cristiana) y El Khian (de mayoría chií) en unas clases en las que al final de las mismas comparten comida, conversación y risas con los allí presentes.

"Dar la vuelta a las tortillas y que se caigan o que se peguen las lentejas" son algunas de las anécdotas que han ocurrido con una población que, según el general Conde Arjona, se caracteriza por "su gran sentido del humor" y que han dejado huella en unos militares españoles que se unen al programa con el objetivo de ayudar.

"La gente lo hace por sentir que ayuda, sentir al libanés en estado puro, por demostrar que ahí no vamos a por nada ni a por nadie. Son sensaciones de humanidad todas las que se perciben" concluye el general.