«Las mujeres, en pleno siglo XXI, estamos en algunos sentidos peor que nuestras abuelas». Esta reflexión de Cristina García, de Barcelona, resume el sentir de muchas de las lectoras de este diario. Lo dicen las cifras y lo constatan las mujeres a pie de calle: son ellas las que apechugan con las peores consecuencias de la crisis por varios motivos. Por ejemplo, porque ya en prosperidad ni el mercado laboral ni la sociedad eran igualitarios. Y segundo, porque la crisis golpea a quienes están en situación más precaria y, además, los recortes impactan de pleno en sectores en los que, por diferentes motivos, las mujeres reciben la penalización (precarización del mercado laboral, recorte de políticas sociales, dependencia...) «Es triste que aún siga existiendo ese techo de cristal por el que andamos las mujeres en el mundo laboral», se lamenta Isabel Ferrández, de Elche.

«Nunca hemos sido iguales excepto ahora: lo que no han conseguido las luchas feministas, ni las ambiciones personales de muchas lo ha logrado la crisis. Hombres y mujeres iguales, a expensas de un mercado laboral hundido», matiza con ironía María Marcos, de Barcelona. Según el Eurobarómetro publicado el pasado miércoles, un 37% de los españoles creen que la crisis ha agravado las desigualdades salariales entre ambos sexos y un 36% que dificulta la conciliación de la vida personal y profesional, una reinvindicación que, síntoma de la desigualdad, parece que solo les preocupe a ellas.

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA? Las cifras cantan. En España, las mujeres ganan al año 5.774 euros menos que los hombres por un trabajo de igual valor. No lo dicen ellas, sino el INE. Pero la indignación de las mujeres no viene dada solo por una cuestión cuantitativa, que también, sino por todo lo que esa diferencia lleva aparejada. ¿Qué consideración se tiene de la mujer en el mercado laboral? «El paro, como mucho, puede perjudicar a ambos por igual», rebate Luis Serra, un lector de Barcelona. Es cierto, pero no es una casualidad que España encabece la tasa de desempleo femenino en Europa. «Me quedé sin trabajo a finales del 2010, a los 61 años -explica Gemma Gil, de Centelles-.

Mi jefe me comentó que si yo hubiera sido un hombre, no me habría echado porque, y cito textualmente, era una putada, pero que una mujer y además sola como yo, ya me buscaría la vida hasta la jubilación».

¿Qué diferencia hay entre un hombre en paro y una mujer en paro? «La construcción social de la desigualdad se aprende, nadie nace discriminando o sometiendo al otro. Se aprende en el hogar, y se reproduce en las instituciones, en los medios de comunicación, en los libros, en el lenguaje y en las leyes», afirma Silvina Calvo Lamas, de Barcelona. El caso es que posiblemente un hombre y una mujer tendrán una reacción similar en el caso de perder su trabajo: enfado, frustración, preocupación por los recursos, necesidad de replantearse la vida… Sin embargo, socialmente se percibe de manera diferente. Desde del punto de vista masculino que el hecho de que un hombre pierda el empleo es un problema; sin embargo, parece socialmente aceptado que la mujer en esta situación recupere el rol doméstico y recaiga sobre ella aún más el peso del cuidado familiar.

Según un informe de la OCDE, las españolas emplean 100 minutos diarios más que los hombres en trabajos no remunerados, como cuidar niños o el trabajo doméstico. Y con la crisis, aún más. «Los despidos más baratos, el paro, la disminución de los subsidios y prestaciones sociales en educación, sanidad, dependencia… provocan el endurecimiento de las condiciones de vida en especial de las mujeres; las políticas neoliberales repercuten en la acumulación de trabajos de cuidados en los hogares que, en su mayoría, siguen realizando las mujeres», sostiene Elvira González (Barcelona).

Sí, los recortes penalizan la igualdad. Y ser madre lo complica más: el 45% de los españoles creen que los empleadores tienen en cuenta si una candidata tiene hijos. «Hemos perdido nuestro papel en el mundo laboral. ¿Para qué nos hemos preparado académicamente durante años? Ahora estamos, a los 40, peleando por ser madres e intentar cambiar el mundo». Lo dice Cristina García, pero lo firmaría cualquier mujer.