El sector nuclear vuela en China mientras traquetea en Occidente. Las centrales atómicas han hallado en China en la era pos-Fukushima un ecosistema idóneo donde confluyen las urgencias energéticas de la segunda economía mundial, una calamidad medioambiental que requiere jubilar el carbón y el estímulo gubernamental a un sector tecnológico de generoso potencial exportador. La industria experimenta el habitual proceso apresurado en China: los reactores nucleares han pasado en tres décadas de inexistentes a salpicar su geografía y sus compañías preparan el desembarco global tras aprender de las internacionales.

El desastre de Fukushima (Japón) en marzo del 2011 detuvo también en China la construcción de centrales. El veto se levantó un año después con acentuadas medidas de seguridad. En el 2014 no se aprobó ningún proyecto y la inversión en el sector se contrajo un 6,6%. El desenfreno llegó con el plan quinquenal aprobado ese año, que fijaba el objetivo de aumentar los actuales 21,4 gigavatios anuales procedentes de la energía nuclear a 58 en el 2020 (cada gigavatio alimenta 700.000 hogares). La proyección sigue: 150 gigavatios en el 2030 y 350 en el 2050, según la Asociación Nuclear Mundial. Solo necesitará 15 años para superar a EEUU en centrales operativas. Hoy tiene 34 funcionando y edifica 20, una tercera parte de las que están en construcción en el mundo. China estrenó el pasado año ocho de los 10 nuevos reactores en todo el mundo. Las centrales solo suponen el 2% del cóctel energético actual, muy lejos del 30% de Japón antes de Fukushima, así que el margen de crecimiento se antoja amplio. No es previsible que toda la estrategia nacional futura pivote sobre la energía nuclear, pero las magnitudes chinas aseguran su influencia a escala global.

Tras el impulso nuclear está la necesidad de cambiar el patrón productivo que ha arruinado el medioambiente en tres décadas de hiperdesarrollismo. China saca del carbón el 67% de su energía, del petróleo el 17% y del gas natural el 6%. Para cumplir su audaz plan de alcanzar en el 2030 el 20% de fuentes limpias se confía en la energía eólica, la solar y, muy especialmente, la nuclear.

SECTOR COMPLEJO

"La energía nuclear es una de las soluciones, pero no será suficiente. El sector energético chino es complejo: aún se levantan centrales de carbón, es el mayor mercado de energías renovables, lo será de la nuclear... De los 360 gigavatios que generaron las nuevas centrales el pasado año, el 40% está aquí. China hace todo lo que puede para cubrir la demanda energética", señala Zhou Xizhou, director de la consultora IHS China Energy.

Más de 20 provincias han solicitado proyectos nucleares y las peleas no son raras. Pekín acostumbraba a juzgar a los gobiernos locales solo por las frías cifras de crecimiento económico y el actual examen de cuestiones ecológicas obliga a embridar los sectores contaminantes. Cada yuan invertido en energía nuclear supone un aumento de 3,04 yuanes en la producción bruta de todas las industrias. Para los gobiernos locales es la cuadratura del círculo: conservar el desarrollo económico sin sacrificar los cielos azules. China invertirá 500.000 millones de yuanes (66.000 millones de euros) en los próximos cinco años en el sector.

Miles de personas lograron paralizar la construcción de una planta de procesamiento de residuos nucleares en Lianyungang (480 kilómetros al norte de Shanghái) con fragorosas manifestaciones. Las protestas se dirigen a algún inquietante proyecto vecino y no a la generalidad del plan. Los potentes movimientos antinucleares en Occidente o Japón no existen aquí, pese a que la sociedad china es mucho más activa y contestataria de lo que se asume. Es cuestión de prioridades: la certeza de millones de muertes anuales por la contaminación eclipsa todo riesgo nuclear lejano. Los dos únicos proyectos nucleares que han generado protestas consistentes en la última década fueron cancelados. China ha absorbido durante décadas el conocimiento industrial de los principales actores globales que operaban en su territorio. Aunque China dispone de una tecnología más que suficiente aún requiere de asistencia extranjera. Para algunos componentes, sobre todo los de contenido tecnológico, la capacidad de la industria auxiliar no basta para la demanda interna.