El desbordamiento en la tarde del martes de varios torrentes en el Levante de Mallorca ha matado, al menos, a doce personas, tras el hallazgo ayer de una pareja de alemanes, mientras continúa la búsqueda de un niño de 5 años arrastrado por la corriente. Once de los cadáveres están identificados; los últimos, Petra Kircher, de 63 años, y Mike Kircher, de 61, a quienes se buscababa desde el miércoles. Queda por confirmar que el duodécimo cuerpo hallado es un hombre del que también se tienen indicios de que podría ser alemán, según informó la Guardia Civil. Si se confirman estos datos, la mitad de los fallecidos son extranjeros, puesto que ya fueron identificadas una pareja de británicos y una ciudadana holandesa.

Según la relación oficial de víctimas mortales, ya han sido identificados también Bernat Estelrich, quien fue encontrado en su casa de Sant Llorenç, el pueblo más afectado por la tromba de agua; Joana Lliteras, madre del niño de 5 años que permanece desaparecido, y Gabriel Mesquida, un herrero de la localidad de Sant Llorenç. También figuran en la lista Joana Ballesteros, una octogenaria que murió en su casa, una planta baja del pueblo de Sant Llorenç; Rafael Gili, exalcalde de Artá, y Juan Grande, un taxista que transportaba en su vehículo a los pasajeros británicos Anthony Bernon Green y a Delia Mary Green, quienes también perdieron la vida. Además, ha sido identificado el cadáver de la ciudadana holandesa Tine Noig.

Mientras prosiguen las tareas de búsqueda del niño desaparecido y los rastreos para descartar nuevas víctimas cuya desaparición no haya sido denunciada, en Sant Llorenç, el pueblo más dañado, continúan los trabajos de limpieza de casas, almacenes y calles, con cientos de profesionales y voluntarios.

Una aguja en un pajar. Pero aquí es mucho más, porque hay una familia que espera noticias, que sabe que serán malas aunque se aferre a los milagros, que pasan, pero poco. Ayer se encontraron los cuerpos de dos ciudadanos alemanes que viajaban en un taxi en Artá, en la zona de levante de Mallorca. Pero al anochecer aún faltaba el niño de 5 años desaparecido en Sant Llorenç des Cardassar. Decenas de personas lo buscaban por el día. Torrente arriba y torrente abajo. La batida se hacía con respeto, con ojos en todas partes, pero echando mano del que quizás sea el sentido más humano: el tacto.

En S’Illot, una docena de operativos de la Guardia Civil y de la Unidad Militar de Emergencias (UME) saltan a la riera mientras una lancha neumática busca en el mar, en un manto de barro que penetra 500 metro adentro, y dos helicópteros barren la zona desde el aire. Empiezan a andar con instrucciones muy claras: «Cubrir todo el perímetro inundado». Es una barbaridad de terreno, pero lo bueno de estos casos es que no tienen ni prisa ni fecha de regreso a casa. Pasan junto a un taxi adaptado para personas con movilidad reducida. Está del revés, completamente reventado por la virulencia del agua. Rescatan papeles, la llave y algunos tíquets con el objetivo de dar con el dueño. Se meten torrente adentro, ya con el agua hasta la cintura, y empiezan a usar los palos. Algunos los han improvisado con las cañas de las laderas.

Lo que sea necesario / Andrés Linero, cabo segundo y miembro del grupo de buceadores de la Guardia Civil de Mallorca, cree que el cuerpo del niño apenas debe haberse movido desde el lunes. Pero advierte, señalando cualquier montaña de escombros de 10 metros de altura, que podría estar sepultado y que jamás se dé con él. Su intuición le dice que no ha llegado al mar, pero admite que en estas situaciones no hay protocolo ni apriorismo que valga. «Buscaremos todo lo que sea necesario y el tiempo que sea necesario».

El sargento Sunyé es el jefe de los Grupos Especiales de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil, los GEAS de toda la vida, los submarinistas de la benemérita. Es un veterano. Pasó 20 años en rescates de montaña en el Pirineo aragonés. En marzo de 1991, nueve militares perdieron la vida en Candanchú después de que les sorprendiera un alud. Como hacen estos días en los torrentes del oeste de Mallorca, los rescatadores clavaban sus palos a la izquierda, a la derecha y delante. «Cuando tocas un cuerpo humano con el palo, tienes claro que eso es un cadáver. Lo identificas enseguida». También sabe reconocer un animal, ya no digamos lodo, piedras, maleza.

En Son Carrió hay un grupo de jóvenes del GEAS. Llevan el neopreno por la cintura y tienen espaldas del tamaño de un frontón. Lamentan lo sucedido, pero no pueden evitar destilar cierta adrenalina ante algo para lo que entrenan durante todo el año. Dicen que los perros rastreadores son de gran ayuda, pero que el hombre es el elemento definitivo, porque el animal, al fin y al cabo, «persigue un juguete mientras tú buscas un ser humano».