En el 2016, con motivo de la restauración en la iglesia de San Fermo o Fermín de Maggiore, situada en el centro histórico de la ciudad italiana de Verona, apareció tras una pared un sarcófago de piedra con la cruz de los templarios esculpida. La principal hipótesis sostiene que se trata de la tumba de Arnau de Torroja (1118-1184), que fuera noveno gran maestre de la Orden del Temple, pero serán los genes quienes tengan la última palabra.

Arnau de Torroja, procedente de una noble familia de Solsona (Lérida), fue un destacado caballero de la corte de Ramon Berenguer IV que participó en la conquista a los árabes de Tortosa y Lérida. Torroja viajó en tres ocasiones a Tierra Santa, participó en las campañas militares de los templarios y también negoció una tregua con Saladino.

En 1184, siendo ya la máxima autoridad de la orden templaria, partió de Jesusalén para reunirse en Verona con el papa Lucio III y el emperador Federico Barbarroja e informarles de la situación de la última Cruzada. Sin embargo, la muerte le sorprendió al llegar y fue enterrado en la iglesia del Templo de San Vitale de la misma ciudad, presumiblemente en un sarcófago de piedra, tal como era costumbre para los grandes maestres.

Al disolverse la orden de los caballeros templarios, la iglesia pasó a manos de los Caballeros de la Orden de Malta. La iglesia se clausuró en 1760 por los daños causados por el desbordamiento del río Adigio, y los objetos que albergaba fueron distribuidos entre las iglesias cercanas, entre ellas la de San Fermo.

El sarcófago, que además de la cruz presenta una espada estilizada, un simbolismo tradicionalmente atribuido a los maestres generales, fue abierto en el año 2014 por un equipo de investigadores italianos encabezado por Giampero Bagni, arqueólogo de la Universidad de Bolonia, y el antropólogo y religioso Fiorenzo Facchini. Dentro encontraron los restos de un hombre de edad avanzada, cubierto con un sudario de seda, lo que evidenciaba que era preeminente. Asimismo, la datación con carbono 14 reveló que los restos eran de entre 1020 y 1220, unas fechas coherentes con la época en que vivió Arnau de Torroja.

Los científicos tomaron una muestra de un diente para poder hacer un análisis genético, que se hizo con la colaboración de David Reich, de la Universidad de Harvard. Se genotiparon más de medio millón de posiciones informativas del genoma nuclear y se confirmó que se trataba de un hombre.

Con posterioridad, gracias a la implicación en el estudio de Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (IBE) -centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona-, se efectuaron diversos análisis de genética de poblaciones. La muestra se comparó con las de ibéricos, italianos y franceses actuales, y los resultados pusieron de manifiesto que el material genético es muy cercano al de los catalanes de hoy. Los resultados se presentaron ayer en un congreso en Verona.

Lalueza recuerda que hasta el siglo XIX la gente apenas se movía de su origen, por lo que parece factible determinar el origen de un cadáver medieval, pero insiste en que los «resultados no son concluyentes porque no hay información de cómo eran los habitantes de la zona hace mil años». «Para que fueran concluyentes -prosigue el investigador del IBE- habría que hacer un análisis comparativo con un pariente de primer grado».

Se da la circunstancia de que en la catedral de Tarragona yace inhumado Guillem de Torroja, hermano del gran maestre Arnau y arzobispo de Tarragona entre 1171 y 1174. Recientemente, el arzobispado de Tarragona y el capítulo catedralicio han dado permiso a los investigadores para que extraigan una muestra de los restos. Si se confirmara la identidad, Arnau de Torroja sería el primer y único gran maestre de la Orden del Temple identificado hasta ahora.