La cruzada contra el fracaso escolar, convertida en auténtica cuestión de Estado en la mayoría de países desarrollados, tiene en España una asignatura pendiente: los profesores. Con una tasa de abandono prematuro de los alumnos todavía situada en el 23,5% (el dato, correspondiente al 2013, lo dio el ministro de Educación, José Ignacio Wert, en una comparecencia hecha en el Congreso el pasado martes), los casi 223.000 docentes que imparten clases de educación secundaria (ESO) en España tienen sobre sus espaldas una dura carga. Y aunque, en líneas generales, se les considera profesionales bien preparados y siempre dispuestos a seguir cursos de formación permanente, la Unión Europea tuvo que llamar ayer la atención al Gobierno para que haga más hincapié en el desarrollo profesional de sus docentes, "alentándoles a utilizar métodos innovadores de enseñanza" e "incrementando su satisfacción laboral".

La recomendación la lanzó la Comisión Europea tras conocer los resultados de la encuesta Talis 2014, que elabora la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) sobre las condiciones de la carrera docente y los entornos escolares en 34 países. Del informe, el propio Ministerio de Educación extrae tres conclusiones nada halagüeñas y cuya resolución corresponde (¡oh, casualidad!) a las administraciones autonómicas.

La primera es que el 36% de los profesores españoles no han sido nunca evaluados formalmente, es decir, que ejercen la docencia sin pasar ningún control de calidad. La segunda, que la participación de los docentes españoles en actividades de desarrollo profesional (cursos y talleres, conferencias, participación en redes de docentes...) es de las más bajas de la OCDE. Y la tercera, que la autonomía que tienen los institutos para fijar su propio proyecto pedagógico es aún escasa en España.

FALTAN RECURSOS La encuesta Talis constata, además, que un tercio de los institutos españoles necesitan profesores "más buenos" o más cualificados y avisa a las administraciones de que seis de cada 10 docentes trabajan en centros en los que faltan profesionales para atender a los estudiantes con necesidades educativas especiales. En la OCDE esta proporción es algo inferior aunque también es elevada (cinco de cada 10 profesores).

"La falta de recursos con que trabajan muchos profesores es francamente preocupante", lamenta Enric Prat, profesor de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad de Barcelona (UB), tras realizar un primer análisis de los resultados del informe. En él se afirma, por ejemplo, que un 36% de los institutos españoles disponen de una conexión a internet deficiente y que en un 72% de los centros falta personal auxiliar de apoyo (lo que obliga a sus profesores a tener que desempeñar también tareas no docentes).

La Comisión Europea recomienda (a España, pero también a Portugal y a Polonia) que mejore la formación inicial de los profesores y que garantice "un apoyo sistemático a estos en las primeras etapas de la carrera profesional", un reproche ante el que deberían reaccionar, a partes iguales, universidades y administraciones públicas. De hecho, algunas comunidades (Cataluña y Madrid), han empezado a trabajar en planes para mejorar la formación universitaria de los maestros de primaria, pero no se ha hecho público ningún proyecto específico relativo a la formación de los profesores de secundaria, desde hace unos años obligados a superar un máster para poder dar clases en la escuela pública.

"Es cierto que hay que invertir en la educación primaria, que es donde se gestan los problemas que, más tarde, explotan en secundaria", valora Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill, especializada en análisis del sistema educativo. "El profesorado necesita una preparación más específica, las familias ya no se implican tanto en la educación de sus hijos y, además, aún hay demasiados centros educativos sin un proyecto pedagógico que les dé fuerza y les cohesione", lamenta Bofill.