Ni el propietario del taller, ni el dueño de la tienda de comestibles, ni la camarera del bar, ni los vecinos de la casa de enfrente. Ayer, nadie en la calle de Sánchez Preciado parecía conocer a Amalio, Ada y Nerea. Sólo los saludaban de vez en cuando. Eso sí, todos se mostraron convencidos de que los dos eran "buena gente" porque "no se metían con nadie".

Amalio y Ada se casaron hace dos años por el rito gitano. Hace unos meses, se trasladaron a vivir al número 33 de Sánchez Preciado, en la frontera del distrito de Tetuán con Moncloa. La casa es una infravivienda de planta baja y tejado de uralita. A un lado hay un pequeño descampado. Al otro, un taller de coches. Es la única chabola que queda en la calle. Hace muchos años, se derribaron las que quedaban y fueron sustituidas por modestos edificios.

Amalio se ganaba la vida vendiendo fruta en su furgoneta. Además, por las tardes trabajaba con su padre vigilando obras cercanas a su domicilio. Su familia dejó ayer muy claro que el crimen tendrá respuesta. "Esto no va a quedar así porque una muerte se paga con otra", amenazaron en las inmediaciones del Instituto Anatómico Forense.

Uno de los tíos de la pareja, Valentín Flores, insistió en que el culpable "entró a robar en la casa". En su opinión, el asesino "es alguien del barrio". "Lo conocían y por eso él los mato, para que no le reconocieran y le acusaran del robo", añadió en tono encendido. "No tenían enemigos", destacó.