Una tesis doctoral de la Universidad de Valencia presentada ayer refuerza la datación del Santo Grial que desde 1437 custodia la catedral de la capital valenciana como coetánea a la época en la que vivió Jesús de Nazaret, y lo hace principalmente en base a sus medidas, a su material y a la semblanza que tiene con una pintura de un fresco de las catacumbas de Roma.

Además, su autora, la doctora en Historia del Arte Ana Mafé, defiende -en un ejercicio externo siguiendo La regla de Laplace- que la copa (el vaso superior, puesto que las dos partes inferiores son muy posteriores) cumple «el 99,9% de los requisitos» para poder haber sido la de la Última Cena, a la que se refieren los evangelios, mientras que el cáliz de Doña Urraca de la catedral deLeón solo cumple el 33%. Ambas ciudades pelean desde hace años por el suculento premio que a nivel turístico, y por tanto económico, supone tener esta reliquia.

Un estudio de Ferran Arasa, profesor de la Universidad de Valencia, confirmó una datación amplia del cáliz que iría del siglo I antes de Cristo al II después de Cristo, y que incluye por tanto el reinado de Tiberio en el que se sitúan los hechos. «Faltaba su DNI, saber si era alejandrina, romana… y el estudio volumétrico que hemos hecho concluye que son medidas hebreas ad hoc», recalcó Mafé. Además, explicó que aunque las pruebas han determinado que el material pétreo es ágata, el corte de las vetas responde a una sardius que es «representativa de la tribu de Judá a la que perteneció Jesús».

«Es la piedra la que habla, tiene más de 2.000 años, es hebrea, representa a la tribu de Judá y sigue la regla del amor (por el significado que se le da al material del que está hecha). Luego hay textos históricos que hablan de eso, quien quiera que los una y quien no, que no lo haga», señaló.

La propia Iglesia reconoce que existe un agujero histórico que no se ha podido cubrir tanto en el supuesto desplazamiento de la copa de Jerusalén a Roma y de allí a Huesca, aunque en este caso se agarran al origen oscense de san Lorenzo. Mafé también subrayó que en diversas representaciones, tanto en Roma como en diversos escenarios aragoneses, aparezca una mujer con una copa similar de color blanquecino «que era como se mostraba el cáliz en su versión primitiva».