“Personas tóxicas”. Serían algunos curas y obispos de Chile, principalmente uno, según ha explicado James Hamilton Sanchez, médico gastroenterólogo, de 54 años, víctima de abusos sexuales cuando tenía 17 años, que este fin de semana se encuentra en el Vaticano. El papa Francisco le hospeda en la residencia Santa Marta, una especie de hotel de cuatro estrellas dentro del Estado pontificio, junto con Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo Urrutía. Se trata de otras dos víctimas de abusos sexuales de clérigos de aquel país, que finalmente han conseguido llegar a Roma, invitados por Francisco.

La conferencia episcopal chilena engañó en cierta manera al Papa, disminuyendo el alcance de los abusos clericales en el país. Pero cuando el pasado enero Francisco viajó a Santiago de Chile, en sus desplazamientos se encontró con numerosas protestas de las víctimas que desmentían cuanto él sabía oficialmente. Los manifestantes eran especialmente críticos con el obispo de Osorno, en el sur, monseñor Juan Barros. A su regreso del viaje, Jorge Bergolgo dijo a los periodistas que le acompañaban que había defendido a Barros, pero que estaba dispuesto a revsiar su opinión frente a nuevas acusaciones.

Sin embargo, al regresar a Roma, el Papa llamó al monseñor de Malta, Charles Scicluna, exfiscal del Vaticano para los casos de pederastia clerical y considerado como uno de los máximos expertos en la materia, y le envió a realizar una inspección.

El resultado ha sido plasmado en 2.300 páginas escritas por el monseñor, leídas por Francisco, después de lo cual llamó a las tres víctimas más conocidas y también convocó en Roma a todos los obispos de Chile, que llegarán el próximo mes.

La pasada semana, Greg Burke, director de la sala de prensa del Vaticano, explicó que "el próximo fin de semana el Santo Padre acojerá en la Casa Santa Marta a tres víctimas de abusos, cometidos por el clero en Chile. Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo". Era la primera vez que el Vaticano indicaba oficialmente los nombres de víctimas del clero, que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI habían recibido en sus viajes por el orbe, aunque nunca se había revelado la identidad de los mismos.

LARGA CONVERSACIÓN

El Papa les ha hospedado en la residencia de Santa Marta y se ha tomado el fin de semana libre, solo para estar con ellos, separadamente y "todo el tiempo que sea necesario".

Tras el encuentro con José Andrés Murillo, este ha escrito en twiter: "Hoy conversé dos horas con el Papa. De manera muy respetuosa y franca le expresé la importancia de entender el abuso como un abuso de poder, sobre la necesidad de asumir la responsabilidad, el cuidado y no solo el perdón. También del postergado rol de la mujer y las comunidades". Después ha añadido: "Espero solo que haya sido útil, que ayude a cambiar lo que sea necesario para que el mundo sea un lugar donde haya la posibilidad de ocuparse de los demás, acompañar y no maltratar, y que la iglesia católica sea una aliada en esto y no de los abusadores”.

La peste negra de los abusos en Chile ha sido principalmente el cura Fernando Karadima, cuyos obispos no creyeron en el relato de las víctimas. Aún así, las circunstancias denunciadas eran tan detalladas, que la justícia chilena le procesó ( el proceso prescribió) y también el Vaticano. En este último caso y para que no prescribiera negó al acusado, que ya contaba con 80 años, cualquier tipo de apelación. "Se nos habría muerto antes de condenarle", revelan fuentes vaticanas.

Hamilton relata su drama: "Yo tenía 17 años (1983), fui a ver a Karadima a causa de su fama para pedirle algunos consejos, pero los abusos empezaron inmediatamente y fueron contínuos e insistientes durante mucho tiempo". Es decir 20 años, incluso cuando ya estaba casado y tenía hijos. Según ha declarado la víctima, Karadima le chantajeaba con revelar su relación a la esposa.

El proceso del Vaticano se concluyó en 2011 con la condena del sacerdote a no volver a ejercer de cura nunca más y a retirarse para siempre en un convento. Los obispos y cardenales de Santiago, Francisco Javier Errrázuriz y después Ricardo Ezzati, nunca creyeron los relatos de Hamilton. "Estos dos purpurados son culpables de numerosas conductas intolerables y contrarias a la fe cristiana", ha dicho Hamilton en Roma. Ha acusado también a Eugenio Zúñiga, juez del tribunal eclesiástico de Chile, por haber intentado varias veces, estando el médico ya casado y en proceso de divorcio y nulidad, que firmase una declaración sobre su confusión y ambigüedad heterosexual. "Obtendrá la anulación en poco tiempo", me prometía.