Ocho años ya, uff, qué rápido…» Hasta al sociólogo Francesc Núñez le ha pasado en un suspiro el aumento del uso de WhatsApp, la aplicación móvil que más personas usan en España, el país más aficionado de Europa, según el Eurobarómetro. En números, el 90,8% de los usuarios de telefonía móvil, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), y de ellos, casi la mitad (42,3%) afirma que lo usa «continuamente» y el 47,5% «varias veces al día». Sumando, representan el 89,8% de los usuarios. Casi todos, vamos. Y WhatsApp se ha convertido en un fenómeno social que ha cambiado la forma de comunicarse, de ir por la calle, de relacionarse o de estar localizado.

El doble ‘check’

«Las infinitas posibilidades de la tecnología han dado efectos no previstos. Vivimos en una conversación continuada, una comunicación más asequible que rompe las barreras del tiempo y del espacio, pero también nuevas exigencias que provocan malentendidos y ansiedad», analiza Núñez. Fue el caso del doble check, un icono azul que indica que el usuario ha recibido el mensaje enviado y teóricamente lo ha leído, y que ha llegado a provocar rupturas de parejas. Cuando la empresa permitió eliminarlo, muchos respiraron aliviados. A otros aún les contraria.

La condena de los SMS

WhatsApp nació como empresa el 24 de febrero del 2009 pero no apareció en la App Store de Apple hasta noviembre de ese mismo año, con su doble check y sus cambios de estado automáticos. El éxito llevó a la condena del mensaje corto telefónico, el SMS, con los que las operadoras cuadraban sus cuentas. Solo en un año, el 2010, los ingresos en España por mensajes cayeron casi el 20%. Tan solo en márketing han resistido con campañas masivas. «El uso de los mensajes gratuitos ha traído ausencia de discriminación. En Año Nuevo, cuando recibes mensajes de gente con quien hace tiempo que no hablas solo porque se pueden enviar a toda la agenda», señala Víctor Puig, experto en reputación digital.

No diga ‘smartphone’

Llámelo móvil con WhatsApp. Primero salió al mercado la versión de iPhone, luego la de Blackberry y Nokia, y la última, la de Android. En el 2013, el gigante español de las comunicaciones Telefónica fracasó en su intento por potenciar los móviles con sistema operativo Mozilla porque no admitían WhatsApp. Y es que las tarifas de datos para los smartphones, cada vez más asequibles, hicieron que la app de mensajería triunfara sin remisión, incluso entre públicos más mayores que los habituales de las redes sociales. «Es la red social de los mayores porque es la más fácil de usar», apunta Laura Rosillo, formadora de séniors.

Vida más social

El grueso de los usuarios de WhatsApp admiten que tienen entre 51 y 200 contactos en su agenda, según el CIS. Y mantienen entre cinco y 10 conversaciones al día (el 35,3%) o entre 11 y 20 (13,2%). El 72% lo hace para hablar con la familia, el 68% con amigos y el 41% para planear actividades. La constante atención a la pantalla leyendo y respondiendo wasaps ha hecho que hayamos aprendido a sortear los obstáculos mientras tecleamos por la calle, además a dos manos, o a que se vea a familias en la mesa, cada uno con su móvil. «Si me quitan el WhatsApp, siento que me falta algo porque todo el mundo tiene. Hay gente que hasta cuando se reúne está con la pantalla», afirma Laura Molina, estudiante.

Maldito grupo

Mamás del cole, cena reencuentro, planazo del domingo… «El móvil es intrusivo, pero el WhatsApp invade mi vida. Cada semana abro un grupo, para proyectos, familia, amigas… Es tan inmediato y gratificante que se me juntan por la noche de 50 a 100 mensajes cada día por leer», confiesa Rosillo. Los grupos de usuarios, presentes desde el 2011, se han convertido en el gran atractivo y la gran pesadilla de la aplicación. «Me hicieron feliz cuando me permitieron silenciar los grupos, porque hay algunos de lo que si te vas, quedas fatal», explica Ester, que trabaja de administrativa. También ha cambiado la privacidad. «Como en las antiguas listas de correo, en los grupos de WhatsApp se difunde información mucho más sensible que en otras redes sociales y eso puede generar muchos más problemas porque lo que se escribe en un entorno privado deja de ser privado pronto», afirmaba Puig.

Estar más disponibles

«Con el correo se aceptaba que la respuesta se demorara un día o dos; con WhatsApp no. Parece que exija una respuesta inmediata. Si se incluye en una estructura laboral, ha de haber un pacto de cuándo se puede responder o no», señala Puig. «Genera nuevas formas de exigencia en una conversación que se supone continuada aunque rompa las barreras de tiempo y espacio. No responder al instante genera la ansiedad de la espera», afirma Núñez. Y si encima ha salido el doble check, peor.

Dicte, no escriba

En el 2010, el principal motivo para tener un smartphone era escribir mensajes, sobre todo para los más jóvenes. Hoy, la función de dictado de mensajes gana adeptos aunque es considerada inapropiada por algunos usuarios, sobre todo receptores. Las videollamadas han suplido también a Skype y al Facetime de Apple, porque este sigue siendo coto cerrado del iPhone. El añadido de los emoticonos, que se van ampliando con frecuencia, han convertido los mensajes en líneas de iconos. Y los memes han visto el camino abonado.

Facebook, a por los datos

Cuando Facebook anunció la compra de WhatsApp comenzó una paranoia colectiva que no ha terminado. Y que la empresa de Mark Zuckerberg avaló al incluir en las nuevas condiciones de uso de WhatsApp que los usuarios autorizaban a compartir datos con Facebook. Las autoridades ya pidieron parar el trasvase y ellos respondieron que aún no lo hacían. La amenaza de multa por parte de la Comisión Europea puede haber paralizado el proceso, aunque no hay pruebas. A muchos usuarios se les ha sugerido en Facebook a personas que solo tienen en WhatsApp.