Tomas Pardo Caro se crió en el seno de una familia “problemática”. Su padre bebía mucho y su madre le enviaba a él y a sus hermanas a pedir comida fiada en las tiendas. Creció en el barrio de La Vila de Martorell y el recuerdo de su infancia turbulenta le ha perseguido toda su vida. En octubre del 2002 atacó a dos mujeres. A una de ellas la ató a un árbol, la golpeó y la violó. La justicia le condenó a 26 años de prisión. Años más tarde, el 29 de octubre del 2016, aprovechó un permiso penitenciario para secuestrar a otra víctima, llevarla a un descampado, agredirla sexualmente, intentar asesinarla clavándole cinco veces la navaja en el cuello, lanzarla por un barranco y ocultar su cuerpo con tierra y ramas. “Te ha tocado”, le dijo antes de abusar de ella, que resultó gravemente herida. No falleció porque pudo enviar la ubicación de donde se hallaba a través de un teléfono móvil y los Mossos pudieron actuar rápido.

El conocido como el ‘violador de Martorell” se sentará este miércoles en el banquillo de los acusados en la Audiencia de Barcelona. El fiscal reclama para él 70 años de cárcel. Y no sólo exige que se le aplique la agravante de reincidencia, sino también por cometer el delito “por razones de género”. La acusación pública sostiene que Pardo actuó en el 2016 “motivado por su rabia contra las mujeres por el hecho de no poder ver a su hija debido a la oposición de su expareja”. El procesado se casó cuando ya estaba en la cárcel cumpliendo la condena por su primera violación. Al cabo de un tiempo, tuvo una hija. Pero la pareja naufragó y ahí empezó una guerra por la custodia de la pequeña. Esa ira, según la fiscalía, le movió a volver a delinquir.

"SOMETIMIENTO DE SU PRESA"

Pardo consiguió tres días de permiso en octubre del 2016. El sábado 29, sostiene la acusación, abordó a una mujer que acababa entrar en su coche. Le exhibió una navaja y le exigió que le llevara hasta Martorell porque, según le dijo, tenía que salvar a su hija de unos narcos. Al llegar a la urbanización de Castellbisbal, el procesado obligó a la víctima a adentrarse en una zona boscosa y a bajar del vehículo. Sin dejar de mostrar la navaja y agarrándola de una mano para que no pudiera escapar la llevó hacia un camino secundario y “con ánimo libidinoso y de sometimiento de su presa” la violó varias veces.

Después, y tras hacerse con las llaves del coche y la tarjeta de crédito de la mujer, Pardo, siempre según el fiscal, obligó a la víctimas a caminar unos metros entre la vegetación y zarzales. Al cabo de un rato, “de manera absolutamente sorpresiva para evitar cualquier defensa y sin mediar palabra”, el acusado clavó a la mujer su navaja hasta en cinco ocasiones en el cuello, hasta que se desplomó en el suelo. Tras ello, la agarró por los brazos, la arrastró y la lanzó por un barranco de unos cinco metros de altura. Para esconder el cuerpo, le tiró tierra y ramas encima. La mujer no falleció por la rápida intervención de los servicios de emergencia y de los Mossos que pudieron rescatarla del fondo del barranco.