La impresión que transmiten los medios de comunicación no es engañosa. El grado de violencia en las protestas ha aumentado en los últimos meses y, más importante aún, también ha crecido el umbral de tolerancia social hacia este fenómeno. Gamonal y los altercados posteriores a las Marchas de la Dignidad son los ejemplos más significativos. Pese a las duras imágenes de ataques a policías la noche del 22-M, en las redes y en muchas organizaciones sociales se han utilizado conceptos como "resistencia activa" o "autodefensa civil" para justificar "el enfrentamiento directo" cuando "la policía ataca". Muchos se han sorprendido también de que los organizadores de la marcha pacífica del domingo pasado en Madrid se hayan volcado en la defensa de todos los detenidos que se lo han pedido.

Los especialistas coinciden en vincular este fenómeno con la situación límite que por la crisis afecta cada vez a más personas. "Hay más violencia y cada vez más gente que puede llegar a comprenderla porque hay más motivos", resume Luis Arroyo, consultor de comunicación política.

MÉTODO CIENTÍFICO

Un estudio publicado en el 2011 por Jacopo Ponticelli y Hans-Joachim Voth, Austeridad y anarquía. Recortes presupuestarios y malestar social en Europa (1919-2008), convertido en una referencia en muchas universidades, avala esta tesis, que parece obvia, con un método científico. Demuestra con modelos matemáticos cómo en el último siglo las políticas de austeridad han provocado siempre aumentos en "la frecuencia de los disturbios, manifestaciones contra el gobierno, huelgas generales, asesinatos políticos e los intentos de derrocamiento revolucionario".

La profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid Paloma Román matiza que, de todos modos, "comprender no es compartir". "Una abrumadora mayoría de organizaciones sociales sigue apostando por la vía pacífica, lo que ocurre es que les está siendo imposible controlar a los grupos más violentos".

Jordi Mir, profesor del Centro de Estudios de Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, lo explica de otro modo. "Las actuaciones de desobediencia civil no violenta de carácter masivo siempre son más difíciles de desarrollar. Lo vimos, por ejemplo, en los incidentes del Parlamento catalán en el 2011. Cuando son más concretas y reducidas, como por ejemplo las de la PAH, logran evitar caer en la violencia. Como insistía Martin Luther King, la desobediencia civil no violenta necesita mucha preparación".

El caso es que, como recuerda Román, los brotes de violencia "facilitan al Gobierno la tarea de criminalización de las protestas y le abren la puerta a medidas con las que pretende limitar derechos por los que se luchó durante décadas". La alcaldesa de Madrid y el ministro del Interior (luego desautorizados por la vicepresidenta del Gobierno) han propuesto estos días alejar las manifestaciones del centro de Madrid, y el director de la Policía ha proclamado que hay "un intento de desestabilizar el Estado", mientras se desarrolla una especie de yenka legislativa con proyectos de reforma del Código Penal y la ley de seguridad ciudadana con preceptos claramente inconstitucionales que aparecen y desaparecen del texto.

LIMITACIÓN DE DERECHOS

El estudio sobre las consecuencias de los recortes detecta otra correlación. Las fases de austeridad y disturbios se traducen electoralmente en un mayor apoyo a las políticas más conservadoras. Ante el desorden, la mayoría demanda orden. "Eso lo intenta aprovechar el PP, aunque muy a menudo lo haga con torpeza", apunta Arroyo.

La criminalización genera aún más apoyos a la violencia. Son procesos que se retroalimentan. "Cuanto más deslegitimado está el poder, más legítimas se vuelven las protestas y la violencia. Y a más represión, más tendencia a la clandestinidad", apunta Jaume Asens, abogado defensor de muchos acusados de violencia urbana, cree que hay un problema generacional: "Los mayores luchamos por esta democracia pero muchos jóvenes no creen que esto sea una democracia".

Asens y otros letrados que viven estas situaciones día a día en los juzgados creen que las categorías que usa la policía ya no sirven. Si los incidentes violentos eran protagonizados hace años solo por grupos antisistema, ahora el espectro social se ha ampliado. Entre los detenidos tras la última huelga general en Barcelona había varios apellidos de origen árabe. Se encontraban cerca de los enfrentamientos con la policía y decidieron sumarse para expresar su descontento y su ira. Quizás el aumento de la violencia actual, apuntan, esté más cerca de las explosiones de los suburbios parisinos que de la kale borroka a la remiten los medios progubernamentales para anatemizar las protestas.