Ganador del Goya al mejor actor revelación en el 2016 por su trabajo en A cambio de nada, el joven Miguel Herrán (Málaga, 1996) ya demostró en La casa de papel y, ahora en Élite, que el galardón no fue algo casual. La serie trata de tres jóvenes de clase obrera que se matriculan en un exclusivo instituto privado.

-Su carrera ha sido tan vertiginosa e inesperada desde que ganó el Goya hace apenas dos años...

-Sí, fue todo muy rápido, pero es cierto que entre la primera película y hasta que empecé a estudiar teatro pasó un año. Ahí lo empecé a tener claro que esto me gustaba. Me puse a estudiar y aquí estoy.

-¿No ha cambiado en nada?

-He cambiado absolutamente en todo, pero creo que para bien. Tanto relaciones familiares, como personales, como manera de ver la vida, estudios…

-Pero ¿con los pies en el suelo?

-Creo que eso de hablar uno mismo es complicado. Considero que no soy una persona excéntrica ni autoritaria. Soy una persona normal, parte del equipo y, en un rodaje, está todo el mundo por igual. Mi trabajo no vale para nada sin un cámara y sin un micrófono que coja el sonido. Creo que mi trabajo vale igual que el del resto de mis compañeros.

-Quizá lo más difícil no es llegar, sino mantenerse.

-Sí, pero creo que en todas las profesiones. A mí me ha costado mucho también tener claro lo que te gusta e ir a por ello. No soñaba de pequeño con ser actor, porque quería ser mecánico. Un gran cambio, pero es cierto que he acabado amando mi profesión y a día de hoy no me imagino sin ella.

-¿Tras el éxito de ‘La casa de papel’, cree que este se repetirá con ‘Élite’?

-Estoy convencido de que Élite tiene todos los ingredientes para petarlo, sobre todo entre lo más jóvenes que, al final, son los más invasivos como fans. Pienso que va a ser un despropósito de lluvia de fans y de locura... Ojalá no me equivoque, porque, por otro lado, es lo que mola, pero sí es cierto que te cambia la vida. Trabajar con Netflix y que te vea todo el mundo te cambia la vida, porque te vas a cualquier parte del mundo y te reconocen.

-Usted ya sabe lo que es la fama. ¿Lo ha asumido bien?

-Depende del día. Hay días que me levanto con el pie izquierdo y no es de buen gusto, pero también hay gente que se acerca de unas maneras que no son las correctas. Luego, por otro lado, hay gente que te alegra el día. Hay personas maravillosas que les gusta tu trabajo. Les gusta la carrera que llevas, te siguen y, hombre, es de agradecer.

-¿Cómo le llegó la propuesta de trabajar en Élite?

-A mí me lo ofrecieron, pero he de decir que me lo pensé un poco, porque yo venía de La casa de papel. Estaba pasando todo esto de Netflix y estaba un poco en una etapa de acondicionamiento vital. Pero al decirme que también estaban en el reparto Jaime Lorente y María Pedraza me apunté de cabeza.

-¿Y cómo es su papel en ‘Élite’?

-Mi personaje es Cristian. Viene un poco de la parte pobre que vemos en esta lucha de clases de Élite y entra nuevo en el colegio de Las Encinas. Se ve rodeado de todo el lujo y poder que tiene esta gente, se impregna de ello y lo que quiere es conseguir una vida así. Entra siendo un tío muy chulo y, a medida que va impregnándose de todo esto, va dejando su parte bondadosa para poder entrar en toda esta élite.

-¿Su personaje se integra en ese grupo de alumnos elitistas?

-Creo que se integra por narices. Es un tío que dice: «No me quieren aquí, pues aquí estoy, y voy a dar la nota y me van a ver y querer».

-¿El papel que le propusieron desde un principio era el de Cristian?

-Sí, de entrada era Cristian.

-¿Hubiera preferido haber pertenecido a la élite?

-No, la verdad que me gustaba mucho el papel de Cristian por lo alocado y diferente que es. Es un tío muy carismático y creo que, como actor, me ayuda mucho cambiar de registro. Pasar de personajes tan sencillos, bonachones y tan suyos a pasar a algo tan excéntrico y echado pa’lante mola.