Su papel del provocador H en la película Tres metros sobre el cielo convirtió a Mario Casas (La Coruña, 1986) en un ídolo adolescente, acrecentado por sus personajes en series como El barco y Los hombres de Paco. Desde entonces, ha ido madurando con Contratiempo, Grupo 7, Ismael, Palmeras en la nieve, El fotógrafo de Mauthausen, Mi gran noche o Las brujas de Zugarramurdi. En Instinto (Movistar+), le ha tocado desnudarse con un personaje complicado, Marco Mur, que utiliza el sexo como válvula de escape a sus traumas del pasado.

—¿Cómo abordó a un personaje como el de Marco, adicto al sexo?

—Yo no lo veo como un adicto al sexo, sino como alguien que lo utiliza como su válvula de escape. No es un personaje que tenga un caparazón, sino que tiene 50. Es introvertido, tosco, no sabe relacionarse con nadie... Está desconectado consigo mismo, va a destiempo en su manera de hablar, de contestar, en su físico, por algo que le pasó cuando era un niño y que le ha bloqueado emocionalmente. Y poco a poco se descubre por qué, con lo que la serie se convierte en un thriller psicológico, que va más allá del género erótico.

—¿Le ha resultado un personaje complicado? Para empezar, tiene algún desnudo integral, algo no habitual entre los hombres.

—Lo hablé con el director y queríamos que el espectador supiera lo que le ofrecíamos desde el principio. Así que empezamos con un jadeo de mi personaje corriendo, y luego le vemos masturbándose en la ducha, desnudo, y yéndose a trabajar.

—No es una serie precisamente para ver en familia. Y usted y su hermano Óscar, que interpreta a José, la vieron con sus padres.

—Mis padres y mis hermanos llevan toda la vida viéndome interpretar. Instinto tiene cosas que pueden chocar, pero tampoco me parece tan fuerte. Yo ya estaba acostumbrado a series como Spartacus o Juego de tronos, que se han emitido en abierto. No estamos dando una película porno, estamos dando otra cosa.

—¿Le preocupa que se hable de su desnudo integral?

—Al final, uno trabaja para el público y para que lo vea el máximo de gente posible. Si lo que atrae es el tráiler y cómo Movistar y Bambú [la productora] han vendido la serie desde el género del thriller erótico y eso hace que la gente se enganche y la vea, bienvenido sea.

—¿Le ha descubierto la serie alguna práctica sexual?

—He llegado a entender un poco alguna filia o práctica sexual viviéndola en mis propias carnes, sin llegar, lógicamente, al realismo. Cuando lo grabas hay un público detrás, que es el equipo, que hace complicado que sea realista. Al final, pasas un corte y una vergüenza alucinantes.

—¿Ha pasado vergüenza rodando esta serie?

—Bastante. Es lógico.

—Pensaba que estaría más acostumbrado.

—Pero las secuencias de sexo de este calibre se notan. Lo puedes relacionar con una coreografía de peleas. Es todo muy técnico, no da para ponerte a improvisar como si estuvieran dos actores teniendo una conversación. Todo está muy medido. Da vergüenza porque te expones delante de gente que, a lo mejor, has conocido ese mismo día, y eso es difícil.

—Su hermano Óscar está fantástico en el papel de José, un joven autista, y le roba incluso planos cuando salen juntos en pantalla.

—¡Es lo que tiene que ser! La realidad es que a mí me costaba no poder jugar con él, porque mi personaje tiene la incapacidad emocional para cuidar y empatizar con su hermano. El personaje de José le recuerda a Marco a su infancia, a su madre que los abandonó, y por eso le resulta difícil estar con él. Y a mí me costaba ver cómo lo hacía él, la frescura y la naturalidad del personaje que componía.

—Normalmente, se hace un tatuaje recordando cada uno de sus trabajos. ¿Qué se tatuará?

—He hecho una película con Paco Cabezas, Adiós, y ahí sí que tenía claro lo que me iba a hacer. Pero con Instinto me ha costado más. Creo que voy a tatuarme el eslogan que aparece en el tráiler de la serie: «Sex is art». Es un personaje que tampoco quería grabarme muchos en la piel porque no es emocionalmente agradecido. Lo he sufrido bastante.