La historia de amor de Tokio y Río puso la nota romántica a las dos primeras temporadas de La casa de papel. La tercera se inicia con ellos disfrutando de la vida disipada en una isla del Caribe gracias al botín que se llevaron de la Fábrica de la Moneda. Pero la captura del personaje que interpreta Miguel Herrán (Málaga, 1996) pone de nuevo en acción a la banda de las máscaras de Dalí, para disfrute de su internacional legión de fans. Ni él ni Úrsula Corberó (Barcelona, 1986) son capaces de explicar las razones del éxito mundial de la serie.

—Con suerte, la series españolas se vendían a otros países y acaparaban una cierta atención. Lo de ‘La casa de papel’ es otra historia...

—Herrán (M.H.): Para explicarle su dimensión internacional vea el vídeo de nuestra llegada a Roma hace dos meses para presentar la nueva temporada.

—¿Qué pasó?

—M.H.: La pregunta es: ¿qué no pasó? Creo que si ese día se levanta de su tumba Michael Jackson y aparece en Roma, la gente le dice: «Chico, cállate y relájate, ¿no ves que están aquí los de La casa de papel?» (risas). Sinceramente, ese día flipé. Por primera vez en mi vida entendí qué significa ser una estrella de rock.

—Corberó (U.C.): Miguel no exagera, yo ese día me sentí Madonna, directamente. Todos los años Netflix presenta las novedades de la temporada. Lo hacen en diferentes ciudades y este año tocó en Roma. Fuimos todos los de La casa, y los de otras producciones de la plataforma, pero la reacción de los fans de nuestra serie fue alucinante, increíble.

—Sabían que ‘La casa’ había sido un bombazo en varios países.

—U.C.: Sí, pero hasta ese día no habíamos podido comprobar su magnitud con nuestros propios ojos. Era la primera vez que medíamos el éxito internacional que ha alcanzado la serie y lo que vimos allí superó cualquier cálculo. La serie se ha convertido en un fenómeno mundial.

—¿Cuál ha sido su secreto?

—U.C.: Eso forma parte de la mística de esta serie. El secreto no lo conoce ni Álex Pina, su creador. No creo que haya un solo secreto. De hecho, en esta serie se da una combinación de factores que pueden explicar por qué ha conseguido llegarle a tanto público.

—¿Cuáles?

—U.C.: Maneja muchos registros. Aunque es una serie de acción, también tiene comedia, drama, romance… Eso hace que el espectador esté alerta y entretenido todo el rato. Otro aspecto son los personajes, que son muy particulares. La gente ha empatizado muchísimo con todos. Son una banda y están muy unidos, tienen una estética similar, pero son todos muy distintos y dispares.

—Imaginen que son espectadores de la serie.

—U.C.: Me imagino a mí misma haciendo un corrido visual por todo el grupo y seleccionando a algún personaje para nombrarle mi avatar. Los miembros de la banda son tan especiales que la gente se identifica con ellos.

—M.H.: Hay otro elemento importante que explica que la gente se haya sentido seducida por esta serie: el golpe contra el sistema que dan los protagonistas. Esa acción ha conectado con el golpe que, en el fondo, todos desearíamos darle al sistema. Sobre todo en países donde hay gente oprimida. En cierto modo, La casa es un golpe contra el sistema.

—¿Cómo cambian los personajes en la tercera temporada?

—U.C.: Lo importante es que mantienen su personalidad. Son como personajes de cómic, responden a estereotipos muy concretos. En mi caso, en la tercera temporada han pasado dos años por la vida de Tokio y algo se nota, pero ella conserva su carácter de dibujo de manga. Cambia mi pelo: lo llevo corto y con el flequillo en pico, lo que incrementa su aire de personaje de cómic de acción.

—M.H.: Mi personaje, Río, sigue siendo el jovencito y el inmaduro sentimental. En la tercera entrega se ve incapaz de gestionar bien sus emociones. Le va a costar mantener a salvo su personalidad.

—La nueva tanda comienza con su captura, y moviliza al grupo. ¿Operación salvad al soldado Río?

—M.H.: Es una buena manera de definirlo. Digamos que mi detención pone en marcha toda la operación. El vínculo entre los miembros de la banda de las dos primeras temporadas será aún más fuerte.