El síndrome de ovario poliquístico cambió la vida de Whitney Way Thore. La enfermedad provocó que, en solo unos meses, su peso aumentase de manera radical hasta superar los 170 kilos. Pero cuando subió a YouTube un vídeo realizando la coreografía A fat girl dancing y se convirtió en viral (ha superado varios millones de visualizaciones), decidió mostrar al mundo lo que es capaz de hacer independientemente de sus kilos. Un afán de superación que muestra en Gran-diosa, docu-reality que regresa hoy a DKiss (21.45 horas).

-Usted no se esconde ni tapa su cuerpo.

-No soy una persona vergonzosa, pero ha sido un verdadero desafío vivir en mi cuerpo e incluso mirarme desnuda, algo que no podía soportar ni de niña. Pero ahora no me preocupa, y creo que es un gran logro. Lo que pasa con las personas gordas es que son diferentes al resto, que de alguna manera se nos dice que tenemos que escondernos, minimizarnos, y yo no lo comparto. Tengo derecho a hacer lo que quiera, vivir como quiera y así es como me lo planteo cada mañana cuando me levanto.

-El problema quizá es tener que enfrentarse a gente muy cruel, especialmente en internet y en la sredes sociales.

-Soy realmente afortunada ya que el 99% de lo que me llega es positivo. Al menos una vez a la semana me emociono tanto que lloro por los mensajes abrumadoramente positivos que recibo. Claro que hay cosas negativas, pero para eso debo buscarlas, así que no lo hago. Hay personas a las que parece que les gusta odiar, y parece que las personas gordas y el odio se relacionan… Nunca me pondría en contacto con estas personas. No es mi trabajo convencer a nadie de que me quiera porque yo me quiero a mí misma.

-¿Cuántos años tenía cuando comenzó a aumentar de peso?

-Tenía 18 años, era mi primer año de universidad. Cuando llegué pesaba unos 59 kilos y terminé ganando casi 50 kilos más en ocho meses. Fue muy impactante y cambió mi vida drásticamente de la noche a la mañana. Pero lo curioso es que en mi entorno nadie lo comentaba. Creo que involuntariamente reaccionaron con esa vergüenza, ese estigma social que marca al gordo, y especialmente a la mujer gorda. Ya antes de engordar, cuando aún estaba delgada, ya sufría trastornos alimentarios, por lo que cuando engordé me dije que no valía nada esforzarse, y me convencí de que era perezosa. Había interiorizado la vergüenza sobre mi cuerpo.

-¿Notó un cambio en su relación con sus amigas?

-Eran chicas divertidas, pero cuando comencé a aumentar de peso, empezaron a comentar que que nunca podría tener novio y casi me compadecieron, tal como me hablaron. Me sentí muy humillada, porque yo había sido la reina del baile en la fiesta de graduación, había sido muy popular en el instituto y no podía soportar que nadie me menospreciara o se compadeciera de mí… Tenía la sensación de que mis amigos y mi familia se avergonzaban de mí.

-Pero consiguió que cambiasen su actitud.

-Sí, pero no siempre fue fácil. Hacer que mis padres entendieran mi punto de vista y cómo me sentía , especialmente mi padre, fue difícil. Con respeto y amor se puede conseguir todo, de la misma manera que si pensamos negativamente en nosotros mismos y nos humillamos, vamos directos al desastre. El problema es que, de alguna manera, estamos adoctrinados desde niños en asociar gordo con ser algo muy negativo. Por eso, tengo la sensación de que siempre estoy luchando contra este prejuicio.

-¿Cómo se siente actualmente con su cuerpo?

-Sé que es muy difícil que alguien lo crea, pero amo mi cuerpo, estoy muy orgullosa de él, ha pasado por muchas cosas y sé que es capaz de mucho más. Y también me parece bastante hermoso. No tengo miedo de cómo se ve mi cuerpo desnudo, lo cual es un gran avance para mí. Lo único que me preocupa es que he engordado un poco, y si sigo así, por ejemplo, me será difícil atarme los zapatos. Por eso quiero perder peso y, de paso, evitar tener problemas de salud en el futuro. Solo eso, ya que no tengo ningún plan o sueño de volver a estar delgada… Me gustaría perder unos 50 kilos. Con eso ya estaré satisfecha.